Abandono

El Abandono reta a la lluvia y sale en procesión

  • Las finas pero intensas gotas a la salida no cambian la decisión

Centenares de personas se congregaron ayer junto a la iglesia del Sagrado Corazón, en Los Junquillos, para contemplar un año más la procesión del Cristo del Abandono. Los rostros de los fieles reflejaban preocupación ante la amenaza de lluvia.

En el interior del templo se agolpaban los integrantes del cortejo mientras la junta de gobierno de la hermandad deliberaba en una de las dependencias de la parroquia si realizaban o no su estación de Penitencia. A las 18:20, diez minutos antes de la hora establecida para la salida, los rostros de nazarenos y costaleros pasaban de la preocupación a la alegría. La decisión se había tomado. Había procesión.

La hermana mayor, Milagros Sánchez, tomaba la palabra para comunicar la determinación: "La junta de gobierno ha decidido, pese a la posibilidad de lluvia, hacer la estación de Penitencia. Somos conscientes de que existe un gran riesgo y si llueve, quiero que el cortejo, con la misma dignidad y sin que nadie se marche, acompañe a los titulares de vuelta a su templo".

Diez minutos más tarde, a la hora establecida salía la Cruz de Guía, mientras todo el mundo miraba al cielo, que se había cubierto de nubes. Los costaleros, un año más, sortearon con maestría las dificultades para sacar el paso del Cristo del Abandono de rodillas y luego levantarlo en cuclillas. Aplausos y una saeta lo recibieron.

Tres mujeres de mantilla precedían al paso de palio, que fue sacado del templo sobre ruedas debido a las dimensiones de la puerta. Una vez hecho esto los costaleros lo levantaron, no sin dificultades, y se colocaron en las trabajaderas. Las finas gotas de lluvia se hicieron entonces más intensas y todo el mundo temió lo peor, aunque la procesión siguió su camino tomando la calle Virgen de la Palma, donde la aguardaban centenares de fieles y devotos para luego emprender uno de los itinerarios más largos de la Semana Santa linense, siempre con el temor de tener que regresar al templo si comenzaba a llover con intensidad.

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