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Santa Marta

La sobriedad, según San Andrés

  • Una silenciosa y respetuosa muchedumbre acompaña al elegante cortejo en el cincuentenario de la hechura de la Virgen de las Penas

Una de las grandezas de la Semana Santa es la de transformar escenarios cotidianos y engrandecer discretos rincones de la ciudad. En el pequeño ensanche de la calle García Tassara junto a la iglesia de San Andrés se traza uno de esos milagros anuales. Porque milagroso es que cada Lunes Santo pueda citarse tanta gente en aquel recodo para ver la sobria salida de la cofradía de Santa Marta.

Silenciosa espera la de los presentes, nunca quebrada, perfectamente observada por propios y ajenos, niños y mayores. Como música de fondo, el persistente sonar de las campanas del templo mudéjar. Más fresca fue la tarde de ayer, después de que una brisa que recuerda la altura de las calendario se levantara en medio del silencio.

Milagroso es, en efecto, que el paso de misterio que representa el entierro del Señor cruzara ayer entre una muchedumbre que confirma el repunte demográfico del año presente. Le precedió un cuidado y serio cortejo de nazarenos de negro riguroso, que encontró también algunos problemas en las estrecheces de las calles de San Andrés. Idéntica sobriedad, que es la palabra que mejor se ajusta a la semántica de una cofradía que ayer hizo las cosas igual que siempre. La novedad: la corporación celebra los 50 años de la Virgen de las Penas.

El paso de los últimos penitentes, con el misterio de Santa Marta camino de la Gavidia, abre la veda para poner punto final a un silencio que duró más de media hora. Y en la plaza de San Andrés el mismo público que permaneció silente comienza a dispersarse en busca del próximo contraste.

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