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La Exaltación

Cuando la premura del tiempo juega en contra

  • La hermandad apuró hasta el último momento para suspender la salida

El Jueves Santo tiene límites de horarios muy definidos. La llegada de la Madrugada condiciona mucho las decisiones que se tomen para postergar la salida de una cofradía. Un chaparrón inoportuno, de escasos minutos, puede hacer que se suspenda la estación de penitencia. Y esto fue lo que ocurrió ayer en la Hermandad de la Exaltación. La corporación retrasó hasta las cuatro y media de la tarde la decisión sobre la salida de la cofradía.

Una hora esperando bajo la lluvia. Los bares del entorno eran refugio perfecto para la tormenta. Dentro de ellos los únicos chaparrones eran de vino, manzanilla y cerveza. No hay mejor excusa. Jueves Santo sin cofradía, bar y estómago llenos.

En el Rinconcillo había un trasiego de espinacas, pavía y bacalao con tomate. Hay mujeres con mantilla que se olvidan de la abstinencia alimenticia. El michelín es bello y el negro del vestido todo lo reduce. Hierven las barras de los bares.

Dentro del templo de los Terceros el pesimismo se va adueñando de todos los hermanos. Resuena el constante goteo de la lluvia. Se escuchan los truenos. Los pasos están encendidos. La historia de hace un año se repite. Misma hora, idéntica situación. Pesa sobre el ánimo la decisión tomada por las juntas de gobierno de los Negritos y las Cigarreras.

El Cristo de la Exaltación presume de blancura redescubierta sobre el resto de las imágenes del misterio. No hay huella del paso del tiempo sobre su policromía. Cualquiera diría que está recién gubiado. Durante la espera los nazarenos no pierden el tiempo. Hay mil y un detalles de la cofradía para fijarse. El palio restaurado el año pasado y que todavía salir a la calle. Los respiraderos o el cristal de los candelabros. Y un complento que no pasa desapercibido. La toca de sobremanto. Un bello conjunto estropeado por tan prescindible complemento.

Es el momento de decidir. Por segundo año consecutivo la Exaltación (hay a quien le parece un insulto que le llamen los Caballos) se quedaba en su casa de acogida durante la Semana Santa. Se repiten las mismas imágenes de siempre. Lágrimas, aplausos y vuelta a casa. Cinco minutos después comenzaba a despejarse el cielo. El inconveniente de tener la premura del tiempo en contra.

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