Tribuna

Dr. Fernando Neira

Dolor y latigazo cervical

Estos síndromes suelen ser procesos de origen óseo, articular o muscular

El dolor de cuello y el latigazo cervical son patologías cada día más frecuentes. Más del 50% de la población laboral refiere haber tenido algún episodio de dolor cervical, aunque sólo el 5,4% causan baja laboral por ese dolor.

En conjunto, el 45% de las personas con trabajo físico han tenido un episodio de contractura, el 23% han tenido un episodio de dolor en hombros y brazos y el 51% han tenido ambos síntomas. La ausencia de un tratamiento adecuado conlleva mala calidad de vida para numerosos pacientes e importantes repercusiones laborales y sociales. Es una molestia en cualquiera de las estructuras del cuello, entre ellas, los músculos, los nervios, los huesos (vértebras), las articulaciones y los discos intervertebrales.

Los síndromes dolorosos cervicales suelen ser procesos de origen óseo, articular o muscular. La etiología más frecuente es la degenerativa; pero también se pueden deber a hernias discales, atrapamientos de nervios periféricos, enfermedades reumáticas, procesos infecciosos, inflamatorios y neoplásicos, o síndromes miofasciales. El síndrome miofascial es un cuadro de dolor regional de origen muscular, localizado en un músculo o grupo muscular, que consta de una banda tensa, aumentada de consistencia, dolorosa, identificable por palpación y en cuyo seno se encuentra el punto gatillo (PG) y dolor referido a distancia, espontáneamente o a la presión digital.

El síndrome del latigazo cervical se produce como consecuencia de una fuerza indirecta de aceleración o deceleración que, generalmente, es secundaria a un accidente de tráfico.

Existen distintos grados de gravedad en función de la fuerza traumática y de la lesión de ligamentos, discos, cuerpos vertebrales, etc. La clínica va a depender de la intensidad de la lesión, siendo fundamental descartar la existencia de inestabilidad raquídea o lesión medular.

Se manifiesta por dolor cervical, con limitación de movimientos y contractura muscular secundaria. En el 70% de los pacientes el dolor se resuelve en 2-3 meses, en el otro 25% los síntomas persisten durante más de 6 meses. Este cuadro se diagnostica mediante la exploración y la realización de pruebas complementarias, que permiten confirmar la sospecha diagnóstica. Cuando falla la prevención es necesario aplicar un tratamiento.

Actualmente disponemos de numerosos tratamientos, desde técnicas fisioterapéuticas y rehabilitadoras a tratamientos farmacológicos, de apoyo psicoterapéutico, estimulación eléctrica transcutánea y acupuntura, junto a técnicas intervencionistas (infiltraciones interfasciales y de puntos gatillo, estimulación eléctrica medular, radiofrecuencia y bloqueos nerviosos, entre otras) y quirúrgicas, que se indican en función de la patología del paciente y la situación individual de cada caso. Finalmente, los programas de educación, destacando la valoración funcional del paciente y su calidad de vida, juegan un papel fundamental en la prevención de nuevos episodios y en el tratamiento de esta compleja patología.

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