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Lola Aquino

La política vista desde el otro lado

  • Lola Aquino es una abogada y trabajadora social de 41 años en paro, al igual que su marido, con el que lucha por sacar adelante a una hija discapacitada. Es portavoz del PA en Alcalá de Guadaíra.

El rostro de Lola Aquino es uno de los que hay tras las cifras del paro. Pero no es anónimo en Alcalá de Guadaíra y hay vecinos que se giran cuando la ven en la cola de la oficina de empleo. Abogada y diplomada en Trabajo Social de 41 años, fue cabeza de cartel en las elecciones municipales de 2011 por el PA. Sacó dos ediles, el doble de los que tenía la formación. Pero su rol político no la ha librado de los desvelos que esta crisis está provocando a muchas familias.

Su marido, montador de pladur, está en paro. Trabajó aun después del parón inmobiliario, aunque sólo tiene ya la ayuda de 426 euros del plan Prepara, que tiene aprobada, pero no cobra desde noviembre. Lola, que el anterior mandato cobró como personal de confianza del PA, cesó con las elecciones. Ahora no está liberada, como no lo están el resto de portavoces de la oposición y algunos ediles del PSOE. Percibe una asignación de 350 euros al mes por asistir a los plenos. En junio de se le acaba el subsidio por desempleo.

"Pasar por lo mismo que pasan los ciudadanos a los que atiendes da una visión más realista de todo", dice sobre cómo encara las cosas desde ese otro lado, después de una rueda de prensa en la que defendió que, ya que la Junta se ha llevado de Alcalá el servicio del Andalucía Orienta (de inserción laboral), el Ayuntamiento habilite ayudas para el transporte de quienes están en el programa. "Veinte euros al mes no son nada para quien tiene un sueldo bruto de 90.000 euros, pero un mundo para el que cobra 450",

"Me siento afectada por la crisis, sí", confiesa, y ante la reflexión de que cualquiera pensaría que el estar en el Ayuntamiento, conocer recursos y tener contactos es una ventaja, pone matices. "Los políticos estamos bajo sospecha, por algunos casos que a mí también me enervan. Pero yo soy miembro de una familia" que además, dice, paga un "sobrecoste" por su dedicación. Recuerda que no puede optar a empleos temporales en el Consistorio, se pregunta qué pasaría si su marido lo hiciera o, como ha hecho, propusiera impartir un curso en la Universidad Popular. Toca la armónica de blues y de jazz y da clases a aficionados.

Cualquier idea de aprovechar el ímpetu de la pareja para invertir en un negocio como salida al desempleo queda descartada por la prioridad absoluta que hay en casa: preservar el ahorro para el futuro de Lucía, su única hija. En febrero cumple 9 años. Es síndrome de Down, con complicaciones añadidas, y requiere de una atención especial. Percibe 200 euros por su discapacidad reconocida. Sólo las gafas que tiene que renovar cada poco suponen 1.200 euros. Como todos los parados que ven cerca una situación "límite", Lola está "valorando todas las alternativas, no soy distinta a cualquiera que me plantea que está dispuesto a irse a Alemania, a Inglaterra o Brasil". Su marido le ha hablado de esa posibilidad, aunque ella parece no barajarlo en firme.

Y eso que la experiencia de la emigración no sería nueva. Llegó a Alcalá con 16 años del País Vasco, a donde su padre emigró desde Huelva. Su madre es una maestra de origen gallego que aceptó asentarse en el Sur cuando la reconversión industrial prejubiló al progenitor. Eligieron Alcalá pensando el estar cerca de una universidad, por la edad de sus hijos.

Ella se licenció en Derecho en 1994. Trabajó como becaria en varias empresas y aprovechó una primera experiencia en el paro para empezar Trabajo Social, su vocación. Antes de que la vida le trajera a Lucía, trabajó con entidades que atienden a personas con discapacidad intelectual. Aparcó unas oposiciones cuando comenzó a trabajar con el PA. "La sociedad del País Vasco es más politizada, crecí con ello". En cuanto a su inclinación por el andalucismo, dice que su padre le inculcó el sentimiento "nacionalista" y que en casa había bibliografía sobre Blas Infante. Entre los amigos que hizo en Alcalá, había algunos militantes de la formación.

Como cualquier familia con todos sus miembros en paro, han tenido que hacer ajustes en su economía doméstica, que no es de subsistencia y de la que habla sin quejarse, con la templanza que destacan de ella sus colaboradores. Pone el acento en que hay más concejales en Alcalá y en otros pueblos que están en paro, de todos los partidos. Va a la compra con una lista y un presupuesto cerrado. "Siempre he sido austera". Tiene una hipoteca de 350 euros. Pero mantiene dos coches: "la berlingo", por si a su marido le sale trabajo, y el vehículo a nombre de su hija para los desplazamientos al colegio y a la amplitud de actividades y terapias en la que está. Cuenta con el soporte familiar. Su madre, que por su edad ya no puede ayudarle físicamente con la niña, le dice que le pida auxilio si tiene algún imprevisto económico.

Ha tenido que prescindir de la ayuda que tenía en casa para las tareas domésticas y cubrir los huecos con su hija. Ello ha provocado que el siempre complejo reto de conciliar sus obligaciones familiares y las necesidades de su hija con la política -mucho más que un trabajo, una dedicación, insiste- se haya complicado. No es fácil llegar a todo, cuadrar reuniones, atender a la gente, intentar echar currículos y buscar empleo y estar para recoger a Lucía del colegio, darle la comida, llevarla a terapias. Agradece el esfuerzo de sus compañeros del PA por adaptarse para organizar el trabajo y una actividad política que -defiende- debería estar remunerada. "Adaptando los sueldos a la realidad" de la época que vivimos. Sería un "agravio" que una persona en sus circunstancias -defiende su honestidad y su único afán de cambiar las cosas- no pudiera dedicarse a lo público y hacerlo de la forma adecuada. En Alcalá, tradicionalmente, han estado liberados los portavoces. Pero las circunstancias financieras del Ayuntamiento son malas y el gobierno lo hizo de forma diferente esta vez. Asegura que ella defendió sueldos más bajos, que se fuera a los "recursos mínimos", los 25.000 euros brutos que cobran algunos ediles del gobierno a media jornada, pero que el PSOE no lo vio así.

Así las cosas, a veces le cuesta hacerse entender por su hermana y su marido, que le reprochan que debería dejarlo y centrarse en buscar empleo. Ha hecho cursos y está en ello, aunque admite que la política termina siendo siempre lo primero. La vocación se impone. Renunció a la última oferta que porque coincidió con que a su marido le salió trabajo en Huelva y no había manera de cuadrarlo todo.

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