FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

Puntadas con hilo

Espadas busca el ensanche

  • Que el pacto del alcalde con la izquierda radical saltaría pronto por los aires estaba cantado, tanto como que el PSOE no tiene posibilidad de crecimiento si no es pisando los territorios de la derecha

Un comerciante de Los Remedios dedica a Espadas una sevillana.

Juan Espadas quiere ensanchar su espacio electoral hacia la derecha, ocupar todo el espacio que hay entre la izquierda y el centro. Dice que no tiene ningún problema en reconocerlo. Ningún complejo en retratarse como un socialista con un proyecto propio, moderado y gestor. Y, de inmediato, matiza, como queriendo borrar toda sombra de complejo y etiqueta, explicando que ser un gestor no está reñido con ser un político.

La política no atraviesa un buen momento, en general. Ni en particular. En Sevilla el pacto alcanzado por quien se define como un socialista moderado con la izquierda radical, tenía y tiene mucho peligro. Y si alguien en el PSOE no quiso verlo es que se tapó hace dos años los ojos para enfocar sólo donde interesaba: arrebatar la Alcaldía al PP de Juan Ignacio Zoido por el interés de la ciudad, se decía en ese momento, y por el del propio partido y el candidato, que vio una oportunidad de oro para no volver a fracasar en el intento.

El resultado, no obstante, superó todas las expectativas. La carga de radicalidad quedó desactivada en cuestión de días. Y desaparecieron los riesgos: tanto a la izquierda, como a la derecha, que ha tardado dos años en reponerse del golpe de la derrota. Se podría decir que la ciudad recobró una cierta normalidad y el alcalde ha respirado por ello tranquilo todo este tiempo, quizás en la creencia equívoca de que ese estado es el ideal. Ese ni fú ni fá no beneficia a la ciudad –tal vez sí al político–, que ha tenido tiempo para ponerse un poco atractiva fuera, dice el alcalde, y pescar oportunidades aprovechando que capitales como Madrid o Barcelona no muestran su mejor cara con sus gobiernos radicales.

Espadas se convence diciendo que los grandes proyectos no le sirvieron de nada a Monteseirín

Pero luego hay que volver y dejar la huella en Sevilla. Espadas cree que no hacen falta grandes proyectos para triunfar y se remite al último alcalde socialista que tuvo la ciudad, evitando incluso decir su nombre. Dice Espadas que a Alfredo Sánchez Monteseirín le sirvió de poco, pero lo cierto es que el análisis de los triunfos y fracasos de esa era de gobierno socialista no puede ser tan simple. No es comparable por muchos motivos: circunstancias, escenario general, oposición, desgaste, personas... Es verdad que Espadas tampoco comparte el consejo de Soledad Becerril: el haz poco y te equivocarás poco. Y que, a pesar de las críticas de la oposición, cosas está haciendo. Quizás el fallo está en la visualización entonces.

Ahora que el olor a juncia y romero está todavía reciente, es llamativa la evolución experimentada en las calles el día del Corpus, que el PP ha usado durante años para medir la temperatura a la ciudad. El primero después del triunfo del PP en las urnas supuso la constatación del fenómeno bautizado como Zoidomanía, para pesar del anterior alcalde. Aplausos, vítores y hasta lágrimas contrastan con la frialdad, paradójicamente, de este calurosísimo jueves. Y ésa es una lectura positiva que saca el hoy alcalde, que quiere pasar por uno más y huir de esos personalismos que, tarde o temprano, se convierten en armas de doble filo. Como defensa está bien. Pero hay algo en lo que Espadas, aunque no vaya a admitirlo nunca, se parece a Zoido: su afán por no parecer un político. Serlo sin parecerlo, mejor dicho. Es una vieja estrategia que cobra mucho sentido cuando la política está tan devaluada. Zoido se ponía el traje de vecino del quinto y jugaba con los intangibles colándose en las casas y alternando como uno más del barrio, de la familia. Espadas se viste de gestor y dice que lo que a él le pone, utilizando su expresión, es transformar la realidad social, ser creíble, como Zoido.

En este empeño el socialista ha hecho suyos, porque también lo eran, guiños de la izquierda radical. Por ejemplo en temas de desahucios o atención a otras emergencias sociales. Y en pocos meses Espadas robó la cartera de esas causas a Participa Sevilla y a IU. Y son hechos constatables. Por eso, y porque los acuerdos a los que se llegó con los radicales a cambio de su investidura eran muy generales, tiene tan poca fuerza el balance crítico de estos partidos .

En pocos meses Espadas robó la cartera de algunos asuntos, como los desahucios, a Participa Sevilla

Que los socios iban a salir por peteneras más pronto que tarde era previsible. También que Espadas, que se confiesa nada radical, pactó con ellos para coger el bastón, pues no había otra salida. Por eso, en lo que resta de mandato no le cabe otra que ensanchar su espacio electoral. Dice que su mano está siempre tendida. Ahora más que nunca, pero es difícil que a estas alturas alguien se la quiera coger. La izquierda radical ya ha definido su táctica de aquí a lo que resta de mandato: intentarán bloquear en la medida en que puedan todo lo que salga de la boca del PSOE, le parezca o no justo, por más que el alcalde se vaya a desgañitar pidiendo explicaciones y contando a la ciudadanía que estos partidos defienden una cosa y luego hacen otra. Ésta será su respuesta y se quedará sin voz, probablemente, pero de poco más servirá. [Por cierto, ya puesto, debería también explicar por qué no va a ejecutar otros proyectos que él exigió al alcalde Zoido].

Con Ciudadanos, ese partido que se mueve en el espectro electoral que a Espadas le interesa conquistar, no le ha ido mal hasta ahora. El entendimiento entre el alcalde y su portavoz es bueno, pero el continuo juego de la indefinición al que juega la formación naranja, ahogada en continuos informes de gestión que debe remitir a la dirección de Madrid, hace dudar de cualquier posible alianza, al menos firme para acabar el mandato.

Y luego está la mano tendida al PP, que no quiso cogerla cuando pudo y cuando podría haber convertido el gesto en todo un triunfo: la aprobación de las cuentas municipales. El entonces derrotado grupo popular tuvo la ocasión de coger las riendas y marcar agenda erigiéndose en el gran aliado del alcalde para las cosas importantes de la ciudad, que son todas las que dependen del presupuesto, por ejemplo. Pero dejó pasar la oportunidad y ahora el calendario no permite esas opciones. Es tiempo de jugar a la ofensiva. El PP es la única opción clara de gobierno y, por tanto, va a estar enfrente del PSOE en todo momento.

Así que Espadas, en esa tarea de ensanche y búsqueda de votos, no tiene otra que echarse a la calle. Con las algaradas, asambleas y manifestaciones de quienes se sitúan a su izquierda no puede competir. Su estilo tiene que ser otro, el de ocupar los espacios vacíos que ha dejado el PP, que ha estado meses sin pisar los barrios como lo hacía en otros tiempos, y del resto de partidos que, en general, están muy ausentes en la vida de la ciudad. En la más rancia y en la más vanguardista. Y ahí Espadas acumula puntos positivos. Ese querer copar la izquierda y también el centro hace que se acerque a la derecha. Sus guiños a la Sevilla de las tradiciones y la religiosidad y las cofradías le ayudan.

La vida ha vuelto a la normalidad y eso hace respirar al alcalde, un ni fú ni fá muy peligroso

Zoido arrasó en 2011 porque le votó mucha gente que no era del PP. Los votos prestados que él pidió y a los que prometió que no defraudaría. Pero lo hizo y esos apoyos, cuatro años después, se diluyeron y no fueron de la misma manera a las urnas del PSOE. Espadas necesita concentrar toda esa dispersión. Ahora que el melón de los nuevos partidos ya está calado, quizás le resulte más fácil (o no, dirán algunos). Pero está claro que donde puede arañar es en su pelea con el PP. El primer partido de la oposición está empezando a activarse. Y el PSOE seguro que pisará más a menudo los feudos de la derecha. “Que sigas paseando por Los Remedios...”, le decía cantando por sevillanas un placero de este barrio hace unos días. Ahí va a estar la batalla, en la calle.

Espadas quiere convencer retando a que alguien demuestre que hay un solo indicador peor que hace dos años en la ciudad. Quizás no haya ninguno peor, pero sí hay algunos que no se han movido, que están igual. Y, estadísticas y comparativas aparte, la percepción popular suele ser lo que vale y ésta indica que ni fú ni fá. La normalidad también tiene sus peligros. Invertir la tendencia lleva su tiempo y éste se agota.

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