historia | un republicano que participó en italia en la segunda guerra mundial

El partisano que soñaba con volver a Cádiz

  • Tras combatir en la Armada republicana española, el isleño Antonio Cortejosa pasó por un campo de concentración en Túnez y luego luchó con la Resistencia en Italia contra los fascistas y los nazis

Transcurrieron muchos años hasta que Giacomo pudo comprender lo importante que era aquel viaje para su padre. Entonces, en el verano de 1960, él era un niño de 13 años de edad, un niño italiano con su hermana italiana y su madre italiana que iba a conocer la tierra de su padre, de Antonio Cortejosa. Y sí, entendió que su padre estaba muy emocionado; pero le faltaban datos fundamentales: sabía que había luchado en la Segunda Guerra Mundial y que no había vuelto a España desde 1939; pero nada conocía sobre la guerra civil española. Pasaron muchos años, pues, hasta que Giacomo alcanzó a interpretar en toda su dimensión lo que le sucedió a su padre a pocos kilómetros del destino. Tras cuatro días de viaje desde Italia por carreteras casi desiertas, al hombre comenzaron a temblarle las manos. No pudo seguir conduciendo. Era incapaz de continuar. Tuvieron que acudir al rescate desde Cádiz un cuñado y otra persona, con otro coche, y hacerse cargo uno del volante del Fiat 600 para que la familia entrase en la ciudad.

Giacomo evoca esa primera vez que estuvo en Cádiz desde Borgoricco, en la región italiana de Padua. Recuerda la playa, el cine de verano, la sabrosa tortilla de patata y la no tan rica sopa de pescado, la empinada escalera de la casa de sus abuelos en la calle Cervantes. Y a su padre, feliz, con sus hermanos y hermanas, con sus padres, saludando a muchos amigos, recorriendo emocionado los lugares que no había podido ver en muchos años. Un año antes, en 1959, Antonio Cortejosa había logrado la nacionalidad italiana. Por eso, porque se sentía respaldado, se había atrevido a cruzar la frontera, a volver a su país. A un país bajo una dictadura gobernada por los vencedores de una guerra que él había perdido. Giacomo recuerda que en la aduana, en La Junquera, un guardia civil examinó minuciosamente el pasaporte de su padre, que se puso un poco nervioso. Un español italiano. En los sesenta, un sospechoso.

Italia lo condecoró por su valor y la España franquista lo perseguía como militar rebelde

Lo que Giacomo supo muchos años después es que su padre, cabo radiotelegrafista de la Armada, no se había sublevado contra la República en 1936 sino que la había defendido de los franquistas. Y que si en Italia era un héroe por haber luchado contra los fascistas y los nazis, en España, en el verano de 1960, cuando pisó de nuevo Cádiz tras tantos años fuera, Antonio Cortejosa aún era considerado un militar rebelde. Él, que se había enfrentado a los militares rebeldes, llegaba a una provincia cuyo gobernador inauguraba viviendas y elogiaba el 18 de Julio, el régimen nacido de esa fecha, "cuya paz", decía, "nos costó la muerte de un millón de españoles".

La prensa refleja bien que en el verano de 1960 la Guerra Civil estaba muy presente en el país. Asombra ahora comprobar hasta qué punto. A principios de agosto se reunían en el Colegio Universitario Beato Diego los excombatientes franquistas gaditanos. Presidían el acto el gobernador militar y el civil. El primero estaba seguro, decía, de que "ante un nuevo llamamiento de la Patria, reaccionarían de la misma manera que en 1936". Se entiende así que personas como Antonio Cortejosa guardasen silencio, que no les hablasen a sus hijos sobre la guerra. Giacomo se lamenta ahora de no haber podido conversar con su padre de aquellos años, no conocer de primera mano su versión de los hechos, no oír su testimonio. Si Giacomo ha podido reconstruir la historia de su padre es por lo que le fue contando su tío Rafael y gracias a la documentación hallada en los archivos. Poco a poco fue reuniendo material. Y en abril de 2015, en Treviso, en un homenaje a los partisanos, Giacomo pronunció una conferencia en la que explicó casi todo lo que había podido recuperar acerca de los acontecimientos bélicos y humanos que caracterizaron la vida de su padre.

Antonio Cortejosa nació en San Fernando en 1912, hijo de Gaspar Cortejosa Bancalero, militar de la Armada, y de Ana Vallejo Arráez. Era el primero de seis hermanos y optó por seguir los pasos de su padre: ingresó en la Armada Española. Era radiotelegrafista en el crucero Libertad cuando comenzó la sublevación contra la República. El barco recibió orden de dirigirse desde Ferrol a Cádiz para enfrentarse a los golpistas. Antonio tenía contacto directo por radio con Madrid y desempeñó un papel crucial para impedir que los oficiales entregasen el barco a los rebeldes. La tripulación tomó el control del Libertad y el crucero participó luego en operaciones en el Estrecho de Gibraltar: trataban de impedir el paso de tropas sublevadas desde Marruecos a la Península. En algunos relatos consta que el Libertad bombardeó Cádiz el 7 de agosto de 1936. No precisan que las bombas iban dirigidas al puerto y al Usaramo, un mercante que estaba desembarcando en la ciudad el temprano y clandestino auxilio de Hitler a Franco: 91 militares nazis que viajaban como turistas y 16 aviones y varios cañones antiaéreos desarmados y ocultos en cajas.

Antonio estaba destinado en el Ulloa cuando terminó la guerra. Ese barco y otros fueron entregados por los republicanos a los franceses en el puerto tunecino de Bizerta. De allí, Antonio fue enviado a un campo de concentración francés, en Túnez, y durante tres años realizó trabajos forzados en las obras de un ferrocarril, como muchos otros compañeros. En esa situación asistió al inicio de la Segunda Guerra Mundial, donde iba a luchar de nuevo. Lo liberó el ejército aliado cuando ocupó el norte de África. En 1943 fue trasladado a Argel para asistir a un curso de paracaidismo: como telegrafista experto y probado antifascista, reunía las condiciones para ingresar en el servicio secreto. Y así llegó a Italia, a bordo de un avión Alifax francés desde el que se lanzó en paracaídas en la región de Spilimbergo.

Antonio contactó en Venecia por primera vez con los miembros de la Resistencia y emprendió entonces el largo camino que le llevó con los partisanos a combatir a los nazis alemanes y a los fascistas italianos. Pero en esos años de lucha guerrillera ya no era Antonio ni era español. Era Giacomo Razana, italiano de Cagliari nacido en 1910, que había luchado como brigadista internacional en la guerra española y escapado milagrosamente de una redada al fingirse muerto bajo un montón de cadáveres. Salvado por los británicos, había llegado a Italia con los servicios de información.

Cuando hace unos años, en busca de datos, Giacomo se reunió con Santino Santi, un camarada partisano de su padre, éste aún estaba convencido de que su amigo era sardo. La tarjeta de identificación del Comando de Venecia del Cuerpo de Voluntarios de la Libertad, fechada en abril de 1945, aún mantiene la identidad encubierta que le proporcionaron los Aliados al isleño Antonio Cortijosa.

La actividad bélica de Antonio en esos años incluye desde un asalto a un convoy alemán con víveres (que luego fueron repartidos entre gente represaliada por colaborar con los partisanos) a la búsqueda de cadáveres de compañeros caídos en una incursión para darles una sepultura honrosa. También participó en otras misiones muy peligrosas. Antonio estuvo un tiempo transmitiendo información desde Montebelluna, donde estaban acuartelados 3.000 alemanes. Para entonces ya era conocido por sus camaradas con el apodo de Toni Spagnol. Allí conoció a Virginia, hermana de un miembro de la Resistencia local, con la que se casó en 1946. La pareja tuvo dos hijos: Giacomo y Rosanna. Antonio "pasó toda una vida serena, finalmente", dice su hijo, "sobre todo si se compara con la experiencia de la década de la guerra, pero con la tristeza de la lejanía de su tierra".

Tristeza por la lejanía y probablemente al ver que terminada la Segunda Guerra Mundial, los Aliados permitían que España continuase bajo una dictadura que había apoyado a Hitler y a Mussolini y que perseguía a los republicanos como él. En 1946, el régimen franquista seguía buscando a Antonio Cortejosa; lo consideraba culpable de un delito de rebelión militar cometido en 1936; es decir, de haber permanecido fiel al Gobierno legítimo de la República. En Italia, en cambio, le concedieron la Cruz de Guerra al Valor Militar, entre otras cosas por su peligroso trabajo como operador de radio en la Resistencia.

Cuando Antonio volvió por fin a Cádiz, a visitar su tierra y enseñársela a su esposa y sus hijos, faltaban aún nueve años para que Franco decidiese publicar un decreto por el que quedaban prescritas "las posibles responsabilidades penales" derivadas de "cualquier hecho" que tuviese relación con la Guerra Civil, "con aquella Cruzada". Las responsabilidades de los antifranquistas. Las de los franquistas quedaron impunes para siempre jamás.

Giacomo recuerda ahora de aquel verano de 1960 que pasó unas vacaciones estupendas en la playa mientras su padre se reencontraba con familiares y amigos. Al niño italiano le llamaba la atención la diferencia económica que observaba entre su país y España, donde comenzaba una década que iba a remover a la sociedad franquista. Diario de Cádiz informaba de que millares de forasteros invadían la ciudad: era "extraordinario el número de veraneantes que disfrutaban de la temperatura y de los encantos de Cádiz". Pero una circular del Gobierno Civil, publicada por la prensa, advertía de que en la playa se prohibía "rigurosamente" el uso de prendas de baño "indecorosas", como las de "dos piezas" para las mujeres y el "slip" para los hombres; también quedaba prohibido "ir por la calle en traje de baño o pantalón corto". Y todo ello mientras el gobernador civil visitaba Conil y proclamaba: "El Régimen nacido del Alzamiento se basa fundamentalmente en el hombre y en su libertad".

Antonio Cortejosa falleció en 1980. "Como la mayoría de los combatientes partisanos por la libertad", dice su hijo, "era muy evasivo, si no reticente, en contar episodios de sus vivencias". Ha sido él, Giacomo, quien ha recuperado la historia del partisano de La Isla. La historia, como decían sus camaradas, del "bondadoso y humano" Toni Spagnol.

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