Provincia de Cádiz

Viaje al fondo de la tierra más hostil

  • La Armada entrena a sus artificieros navales para neutralizar bombas trampa

Una quincena de equipos de artificieros navales han recibido entrenamiento de alto nivel para desactivación de trampas explosivas improvisadas (IED) y artefactos submarinos análogos.

Entre las unidades participantes en este adiestramiento figuraban el Núcleo de Buceadores Artificieros, con base en la Estación Naval de Puntales gaditana, y el equipo de desactivación perteneciente al Tercio de la Armada de la Infantería de Marina, con sede en San Fernando.

Participaron en el ejercicio buceadores navales de Cádiz y del TEAR en San Fernando

Los ejercicios se ha desarrollado en instalaciones navales de El Ferrol (clases teóricas); las practicas con explosivos reales se ejecutaron en el campo de maniobras de Santa Cruz de Parga que el Ejército de Tierra posee en Guitiriz (Lugo).

La principal singularidad de estos ejercicios ha consistido en que, además de impartirse técnicas de neutralización de varios tipos de trampas explosivas o Artefactos Explosivos Improvisados (IED, en código OTAN), los artificieros se han ejercitado también en la recogida de evidencias post-explosión.

Esta última actividad implica no sólo la recolección de restos y fragmentos de un artefacto detonado sino su análisis y estudio para establecer su composición, método de fabricación e incluso quiénes podrían haber sido sus autores, generalmente vinculados a movimientos insurgentes y terroristas.

Este detalle sugiere que los artificieros navales serán desplegados en un futuro no muy lejano en misiones internacionales en las que se requieran tales peritaciones o WIT (como se las denomina en la jerga técnica atlantista).

Este proceso conlleva además la rápida difusión de esos informes de los artificieros entre fuerzas militares aliadas, así como de las recomendaciones de actuación en casos de descubrirse explosivos análogos.

Los buceadores de la Armada ya habían realizado misiones internacionales, como fue el caso de la limpieza de playas y desminado de aguas someras que antecedió al despliegue en el Líbano.

Sin embargo, una gran parte de las intervenciones prácticas realizadas durante el curso implicaban artefactos explosivos similares a los empleados en Afganistán, país donde los artefactos trampa han llegado a causar hasta el 55% de las muertes de militares de la OTAN. En territorio afgano se han dado incluso varias etapas en la colocación de dichos ingenios letales.

Durante la primera de esas fases, era frecuente el empleo de bombas rudimentarias, generalmente compuestas por un saquete de con cargas explosivas elaboradas a base de peróxidos, ureas y nitratos de uso agrícola. A esto se sumaba una batería de ciclomotor, para brindar la corriente detonadora, y un plato de presión que hacía de disparador.

En una segunda etapa, los rebeldes afganos pasaron a elaborar artefactos mediante uso de explosivos militares complejos (minas italianas TC-6 contracarro y minas saltadoras antipersonal Valmara-69 también fabricadas en Italia).

En los últimos meses, sin embargo, los insurgentes han regresado al uso de artefactos más rudimentarios pero sumamente engañosos, puesto que han sido colocados camuflados sobre acémilas, motocarros y bicicletas.

Los yihadistas afganos han llegado incluso a disponer minas trampa que simulan ser peñascos al margen del camino. En realidad contienen cargas explosivas que se encuentran ocultas en falsas rocas de cartón piedra, de las usadas en la industria cinematográfica.

Este último consiste en una estación detonadora a control remoto por radiofrecuencia que detona unos dispositivos conocidos como unidades de disparo a distancia o RFU. Cada consola puede activar hasta 81 de esos cebos detonantes, en secuencias programables y a temperaturas ambientales que oscilen entre los 55ºC y los 40º bajo cero.

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