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José Núñez Castaín, ex delegado de Urbanismo

"Jamás me ofrecieron prebendas en Urbanismo, luego ha sido un desvarío"

  • Diecisiete años de experiencia política en la arena municipal, autonómica y estatal acreditan sus reflexiones sobre la vida pública y la sociedad sevillana, que ahora observa desde la Universidad

Experto urbanista y sevillano del barrio del Museo, José Núñez (Sevilla, 1950) llegó en 1987 al Ayuntamiento de Sevilla de la mano de Alejandro Rojas Marcos. Tras pasar cuatro años en la oposición, revalidó su acta y fue nombrado delegado de Urbanismo en una etapa de gran efervescencia: "Me tocó la pre-Expo, la Expo y la pos-Expo y  no he trabajado jamás tanto en mi vida". En 1996, tras nueve años en la Plaza Nueva, dio el  salto a la política autonómica y fue nombrado consejero de Turismo. Revolucionó el sector turístico y en 2000 resultó elegido diputado en el Congreso.  Tres años después, en un momento delicado para el andalucismo, reapareció en la esfera municipal como candidato a la Alcaldía, en sustitución de  Alejandro Rojas Marcos y, tras el revés electoral que sufrió el PA, se retiró en 2004. Hijo de una familia de 11 hermanos, ahora disfruta de los suyos y de la política, desde la tribuna de la universidad y la de los medios de comunicación.

-¿No echa de menos la política?

-No, y lo he probado todo. Pero mi oficio es profesor de Universidad y creo que hay que estar en la política cuando uno cree que puede prestar un servicio y después hay volverse a su sitio. Profesionalizar la clase política es un desastre.

-Pues profesionales hay muchos.

-Puede existir el político profesional, pero sería uno o ninguno, como dice el chiste.  Al final, la persona está más pendiente de su estabilidad en el empleo que del servicio que tiene que prestar y en política hay que estar con los 5 sentidos.

-Ha podido conocer a varias generaciones de dirigentes, ¿cómo ha evolucionado la clase política?

-Cuando yo empecé se vivía la política muy intensamente, con unos ideales que desarrollar. Y ahora hasta los más jóvenes se comportan, entre comillas, como profesionales: nadan y guardan la ropa...

-¿Y qué deberían hacer?

-Cuando uno entra en política no debe hablar de distinta manera. Luego, a lo largo de los años, uno va aprendiendo que hay que tener cuidado con la prensa, las filtraciones... pero hay que ser más espontáneo y tener más fe en lo que uno está haciendo. Ahora veo cero capacidad de autocrítica y todo es autobombo. La gente es de un equipo u otro gane o pierda, pero en la política existe mucha más capacidad de premiar o castigar. La partitocracia bipartidista le ha ganado la partida a la democracia.

-¿No hay democracia real?

-No. La partitocracia lo domina todo: la sociedad civil, la universidad, los colegios profesionales, el Parlamento, el Gobierno... todo. Yo que he estado en el Parlamento he visto que las comisiones que tienen que controlar a un ministro las propone él mismo. El partido ha metido sus raíces hasta el último eslabón. Cuando nazcan los niños van a preguntar en el registro: ¿PSOE o PP?

-¿Y echa en falta grandes líderes?

-Sí. Parece que uno es más líder ahora mientras más alto está el índice de notoriedad. Por tanto, puede ser líder un cantante, un payaso, un trapecista o un fontanero, ¿no?

-Los líderes se pueden fabricar.

-Es posible, incluso a través de la televisión. ¿Por qué algunos líderes políticos van a programas de corazón? Yo creo que porque quieren que lo escuchen y en esos programas se escucha, porque la gente quiere saber quién le ha puesto los cuernos a éste o aquél.

-En esto del marketing político usted tiene algún conocimiento...

-Bueno, es necesario para vender cualquier producto y la política también fabrica productos. Pero tú lo que no puedes vender es un mal producto por un buen marketing durante mucho tiempo.  Cuando fabricas un líder político malo en el peor de los casos te lo tragas cuatro años y si el marketing es bueno, ocho o doce... Ja, ja, ja.

-12 años cumplirá Monteseirín.

-Habría que tener más cuidado y no votar en política por marketing.

-Usted, como consejero, vendió una sola Andalucía y funcionó ¿no? Al menos en el sector turístico.

-Yo quería un eslogan que representara lo distinta o lo única que es nuestra tierra y también representara la unidad. Cuando yo entré de consejero éramos los cuartos en España en turismo. Fabricamos la marca y nos colocamos los primeros. Como estrategia política está bien unir a Andalucía, pero tampoco se puede refugiar uno en eso, hacer trampas y engañarte diciendo que eres el primero.

-Andalucía sólo hay una. ¿Y cuántas Sevilla hay?

--Sevilla hay una; sevillanos, si consideramos el área metropolitana, un millón ochocientos mil. Es una ciudad con alma. Hay una partitura común y luego uno tiene una flauta, otro un tambor, otro un violín y la interpreta a su manera. 

-Como urbanista, dígame cómo suena la suya.

-Sevilla es una ciudad que se ha hecho a espaldas de la planificación, o mejor dicho, del cumplimiento de la planificación. Sevilla ha tenido muchos planes, algunas veces muy acertados, pero no se han ejecutado. De hecho, en la etapa del 92 se ejecutaron muchas obras públicas y todas estaban pintadas desde el año 46. ¿Éste es el mejor plan o es el que se ha ejecutado? Esta ciudad tiene como saltos, impulsos. Tiene periodos en los que hace cosas y luego se pega vegetando, mirándose el ombligo más de la cuenta otro periodo. Tiene demasiadas condiciones favorables para tener a gente que empuje. Como se dice en el campo: dejándose dir esto funciona bien, y por tanto para qué vamos a empujar. Pega sobresaltos y duerme. Conviene que los pálpitos sean cuatrienales.

-¿Y ahora duerme?

-No está en sus mejores momentos. Ahora toca dedicar estos tiempos de crisis a apostar por los nuevos segmentos, las nuevas tecnologías, los empresarios jóvenes. Luego naceremos de otra manera.

-¿Cuál es el banderín de enganche?

-No hay. Todos están deseando que alguien lo eche para empujar.

-El urbanismo ha empujado durante muchos años y ahora...

-Cada vez que hay un cambio socioeconómico importante hay un salto físico. En el momento actual las ciudades han crecido  con un modelo muy especulativo. Hemos estado construyendo lo que no necesitábamos para venderlo más caro y al final nos sobran un millón de viviendas en España y hacen falta las mismas, pero de otro tipo y en otro sitio. De locos. El reto es convertir el sector construcción en el sector reconstrucción.

-Eso debe ser más caro y, sobre todo, luce menos, ¿no?

-Cuesta más tiempo y más dinero arreglar lo mal hecho. Es difícil, porque luce más cortar una cinta que mantener bien hecho una cosa que hizo lo anterior. El reto es dejar ya las obras faraónicas y empezar  a arreglar la ciudad.

-¿Y eso cómo se hace?

-Pagar la reconstrucción sólo con fondos del Estado es imposible. Las operaciones que se están haciendo en Regiones Devastadas y la anunciada en Los Pajaritos son operaciones de marketing político. Vamos a arreglar 232 viviendas y tardaremos 5 años. Oye, ¿y las 10.000 que están esperando? Se tardaría 200 años en arreglar todo esto. Tampoco se le puede dar una casa nueva a todo el mundo. Eso cuesta mucho. Hay que buscar mecanismos de financiación nuevos para que la ciudad funcione. Para eso no sirven las obras faraónicas.

-Pues el mandato va a terminar cortando la cinta de una gran obra.

-Para experimentos, la gaseosa. Encargar un libro que valga 2.000 pesetas en vez de 1.000 porque está mejor encuadernado es soportable. Encargar un puente que valga 2.000 millones en vez de 1.000 porque lo ha hecho menganito ya es menos soportable. Cualquiera de estas obras faraónicas se pueden sustituir por obras de buena arquitectura y muchísimos más razonables desde el punto de vista económico. Eso de que todo el mundo tenga que tener un Calatrava o un Guggenheim es una locura.

-Interpreto que el Metropol-Parasol no le gusta mucho, ¿no?

-No, me parece un auténtico desvarío. En lo formal no me gusta, y la  gestión ha sido algo alucinante. Cuando uno lee que no se puede construir, que vale el doble, que el material puede que no aguante...  Y son cien millones de euros en una plaza. ¿Cuánto nos costaría arreglarlas todas? No sé muy bien los procesos por los que se llega a este punto, a lo mejor cada gobierno quiere poner su sello, y también ha habido errores en el jurado. Una obra que no es construible no es buena. Aquí tenemos grandes arquitectos como Vázquez Consuegra o Cruz y Ortiz que hacen obras buenas y singulares y más baratas.

-Ahora el debate está en la movilidad de la ciudad.

-La movilidad no tiene solución en una ciudad grande, partamos de ahí. Pero hay medidas para que funcione algo mejor y todas pasan por el transporte público. La gente cree que tiene derecho al coche y eso no es cierto, tiene derecho a la movilidad. Lo que pasa es que cuanto tú cortas el coche y no ofreces movilidad ahí está la bronca. El reto imposible casi en el Aljarafe, pero posible en Sevilla.

-Pasa por completar la red de Metro, por ejemplo.

-E incluirlo en una red integrada, con autobuses y hasta la bicicleta.  No siempre se planifica teniendo en cuenta la ciudad. La ubicación del rascacielos Pelli es su mayor locura. Al margen del impacto paisajístico, el problema es de movilidad: está en un punto donde todas las mañanas escuchamos cinco kilómetros de atasco... Ahí no. Es como el Duque, por muchos aparcamientos que pongas tienes que entrar por la calle Baños. No veo ese proyecto, lo mire por donde lo mire, no tiene ni pies ni cabeza.

-¿Cuál fue su proyecto estrella?

-Fue apasionante la vuelta a los barrios, pero el proyecto que más trabajo me costó fue el Prado. Yo creo que era recelo político, nadie quería que otro se apuntara el tanto. Y la calle Tetuán fue muy contestada, tuve hasta amenazas de muerte.

-Los comerciantes y las peatonalizaciones, todo un clásico.

-Son muy contestadas y luego tienen gran éxito. Creo que la explicación es que la peatonalización cambia el comercio y hay algunos negocios tradicionales que no quieren cambiar, se resisten a esa recualificación, aunque su local pase a valer más. 

-Los comerciantes también protestan por las pérdidas que sufren durante las obras.

-Lo entiendo. Pero yo les propuse a los comerciantes reducirle los costos durante la obra y luego, cuando les fuera bien, que me devolvieran el dinero, pero no quisieron.

-En su etapa hubo crispación.

-No la recuerdo así, salvo la toma de posesión en 1991, que fue una especie de rabieta tremenda del PSOE porque perdía el gobierno tras dos mayorías. Bueno, en política pasan estas cosas. Se hacen pactos y el que no participa en ese juego lo ve como una traición. Pero yo trabajé muy cómodo y tengo muy buenos recuerdos de mis adversarios. Cuando terminé mi etapa de delegado de Urbanismo, que fue muy dura, todos me felicitaron.

-Bueno, en 2003, cuando fue candidato, las cosas ya eran distintas. Hubo campañas muy duras.

-Pero eso fue en otra etapa. Yo no tuve el menor problema y aquí estoy todavía. Luego, lamentablemente, el urbanismo se convirtió en una de las ramas más importantes de la criminología. Y esto de ver en televisión a los delegados de urbanismo pasando por los juzgados... ¿Todo el mundo trinca y manga? No. Yo me partí los lomos y a mí jamás me ofrecieron nada. Quizás porque a uno se le ve en la cara si le pueden ofrecer o no.

-Después se habló mucho de recalificaciones y pelotazos...

-Yo no tuve la menor tentación de prebendas ni nada. Y luego ha sido un auténtico desvarío. Hay que recordar que yo estoy hablando del 91 y el 92. Y la explosión urbanística de este país, la década prodigiosa, empezó en el 96.  Las presiones a los ayuntamientos han sido muy fuertes y con mucho dinero.

-Pero eso no justifica que hubiera gente metida en ese fregado.

-No digo yo que sea justificable, pero sí lo explica. Yo hubiera pagado por ser delegado de Urbanismo en el momento en que lo fui. Y pude disfrutar de ese lujo, pero sin negocios raros y con una colaboración total en la Gerencia. El error de algunos ha sido sustituir a los técnicos por políticos. Ahora, si el político domina la materia, mejor.

-Bueno, en las primeras corporaciones todos los partidos contaban con su urbanista.

-En broma, Manolo del Valle me decía que esto de que los arquitectos estuvieran en política era un desastre, porque se ponían de acuerdo. Era peligroso, porque eran capaz de pactar cualquier cosa olvidando la estrategia del partido.

-¿Y el partido nunca le dictó nada?

-Yo tuve mucha suerte porque tuve el apoyo total del alcalde y del gobierno. Alejandro [Rojas Marcos] siempre me consultaba, es un líder político que, aunque a veces no lo aparenta, te escucha mucho. Otra cosa es que cuanto toma una decisión, la toma.  Con él he tenido una sintonía muy fuerte. He tenido libertad absoluta y el partido me preguntaba qué había que hacer. 

-Si tan cómodo estaba, ¿por qué abandonó en 2003?

-Llegó un momento en el que yo no me sentí político profesional, creí que había dado a la sociedad lo que podía darle. Segundas partes nunca fueron buenas y la militancia por la militancia nunca me ha interesado. Ahora me dedico a pensar y, además, por eso me pagan.

-¿Qué falló entonces?

-Creo que había mucho deterioro de la imagen del equipo que estaba gobernando. Estaba metido en una vorágine que yo no entendí. Y allí empezaron a insultarse y a decir barbaridades y yo me callé. Y eso, desde luego visto los resultados, no caló o sí, porque salieron cuatro concejales y ahora no hay cero. Pero íbamos contramano y transmitía más la fuerza de la alternancia. Algunos dicen que las elecciones no se ganan, se pierden. Creo que la situación actual es muy así.

-¿Perderá el PSOE?

-Posiblemente pierda el PSOE, o sea, gane el PP. El escenario está difícil, pero creo que el ciclo está agotado y el PSOE puede desplomarse. Y aquí el personal cambia de sintonía rápidamente, aquí no hay juramentos eternos, la gente que ha apoyado una fórmula de gobierno, cambia. Y los propios dirigente del PSOE son conscientes.

-¿El PA reaparecerá en la escena?

-Sigo militando y  me siento, cuando me llaman, con Pilar González. Creo que es una mujer fantástica que está luchando contracorriente en una cosa muy extraña: no muere el andalucismo, muere el PA.  Ahora son andalucistas el PSOE, el PP, IU. Y no es cierto, sólo les gusta el apellido porque el mensaje cala. 

-¿El PA se ha quedado sin altavoz?

-Hablábamos antes del marketing político. Si no te dan hueco en televisión no existes. Por mucho que se desgañite la candidata, que lo está haciendo, le queda sólo la fórmula del boca a boca. Bueno a nosotros nos sirvió cuando salió de alcalde Alejandro. Poder se puede. Pero las campañas cuestan mucho dinero y sólo los grandes lo tienen.

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