Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Nacer enseñado

Nuestra profesión está cuajada de expertos en todo incapaces de reconocer que de algo no saben nada

No sé cuándo perdimos el norte. Una de las enormes satisfacciones que tiene este trabajo, es la posibilidad que uno tiene de aprender. Cualquier día es lo suficientemente bueno como para sentarse delante de alguien que tiene cosas que contarte y no sabías; argumentos que jamás se te habían ocurrido y que te enriquecen hasta el punto de acostarte satisfecho porque sabes una cosa más que al empezar el día. También tenemos una profesión de expertos en todo, de analistas de la vida que se empeñan en dar lecciones sobre cualquier cosa que les pongan por delante. Nunca asistirá a una reunión de periodistas en la que se lance una pregunta al aire y uno de ellos responda "de eso no tengo ni idea" y en el colmo de la osadía que llegue a preguntar "¿me lo puede usted explicar?". Me pasó hace poco, escuchando a un químico, cuando lanzó una pregunta al aire y un grupo de expertos en no se qué, trataron de contestarle, con gran admiración por mi parte por su profundo conocimiento de lo más elemental de las reacciones básicas. Nos pierde la soberbia, la inexplicable necesidad de dar nuestra opinión acerca de todo, nuestra imposible tendencia a admitir que de eso no sabemos nada. El ridículo de reconocerlo es mucho menor al que se hace al pronunciarse sin conocimiento alguno.

Tampoco la sociedad nos ayuda mucho. Conforme uno se va haciendo mayor, cosa que ocurre a pasos agigantados según los días, se da cuenta de la enorme cantidad de especialistas en el todismo vital que se aprestan, a pesar de que nunca pasó por tu cabeza tenerles en cuenta en la lista de tus candidatos para cuestionarles sobre cualquier materia, a darte su sobrevalorada opinión sobre aquello en lo que llevas preguntando días, semanas o meses. Creen estos mentecatos que la sociedad espera su iluminada y trascendente sentencia sobre los más variados asuntos.

Somos incapaces de vernos como lo que somos, transmisores de algo tan valioso como es la información, algo nuevo que la gente esté desando conocer, una cosa tan compleja y grande en sí misma que no merece más aditamentos. Al final terminamos viendo cómo un portero de tres al cuarto, se lanza a por un chulo de manual que había cometido la osadía de pensar diferente a el al grito de "¡Te voy a matar!" o como colegas otrora respetados, se lanzan a insulto vivo contra aquellos que, sencillamente, no comparten sus ideas, sus modelos, sus creencias. Y eso es algo que no nos merecemos y, sobre todo, es algo que ustedes no se merecen. Je suis normal.

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