Tribuna

Francisco J. Ferraro

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

La paradoja del estancamiento de la productividad

La paradoja del estancamiento de la productividad La paradoja del estancamiento de la productividad

La paradoja del estancamiento de la productividad

El crecimiento económico a largo plazo depende fundamentalmente del crecimiento de la productividad; es decir, de la eficiencia con la que aplicamos los factores de producción (trabajo y capital), y, a su vez, la productividad se ve impulsada por la innovación tecnológica. Por ello, era esperable que la profunda transformación tecnológica que se viene produciendo de la mano de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) hubiese producido un notable aumento de la productividad. Sin embargo, desde hace algo más de una década la productividad crece muy lentamente, e incluso tiene una evolución negativa algunos años en ciertos países, y ello a pesar de que la Gran Recesión ha traído consigo importantes ajustes de empleo y, consecuentemente, aumentos de la productividad del factor trabajo.

Para dar respuesta a esta paradoja algunos economistas han ofrecido algunas explicaciones. La más común se deriva de que las estadísticas oficiales no contabilizan adecuadamente el crecimiento (y con ello la productividad) porque no valoran las mejoras en la calidad de los productos y de los servicios. Así por ejemplo, las estadísticas recogen los aumentos de producción de automóviles de una determinada marca y modelo, pero no recogen que ese mismo modelo es mucho más cómodo, consume menos, es más seguro, contamina menos y tiene múltiples prestaciones adicionales. Otros análisis explicativos plantean como causas del débil crecimiento de la productividad el escaso impacto de las innovaciones recientes o la débil inversión en capital. Y otros enfatizan en la imprecisión de los datos de productividad agregados, que están condicionados por la estructura sectorial de la producción.

Sin embargo, el contraste del momento histórico de grandes avances de las TIC y el generalizado débil crecimiento de la productividad convierten a las explicaciones anteriores en insuficientes e invitan otras interpretaciones. En concreto, la observación del uso de las TIC en el ámbito laboral de distintos colectivos me animan a proponer otra hipótesis explicativa del estancamiento de la productividad por algunos efectos perversos derivados de la permanente conexión a internet en el trabajo. Por una parte, la omnipresencia de dispositivos electrónicos y la multiplicidad de aplicaciones que nos ocupan la atención (correos electrónicos, mensajes, información de actualidad, redes sociales, compras, juegos, gestiones múltiples y, en general, navegación por la web) provocan pérdidas de tiempo de trabajo de difícil medición, pero sin duda de una considerable magnitud agregada, que reducen la productividad laboral. Por otra parte, la obsesión por estar permanentemente conectados provoca interrupciones frecuentes que desconcentran del trabajo, lo que resulta muy restrictivo para las tareas creativas o de elaboración, pero también limitante e inductor a errores en tareas repetitivas.

No he encontrado investigaciones económicas que analicen la influencia de la permanente conexión a internet en la productividad, pero posiblemente se deba a que las investigaciones académicas se realizan sobre la base de información cuantificada robusta, y las pérdidas de tiempo en el trabajo o la desconcentración son difíciles de medir. No obstante, estudios realizados con oficinistas ponen de manifiesto la generalización de las interrupciones en su trabajo para responder a correos electrónicos, mensajes y redes sociales. Interrupciones que dispersan la atención y que, a veces, provocan estados de ánimo poco favorables para la eficiencia laboral. Investigaciones neurológicas demuestran que cuando estamos conectados a la red nuestra actitud es más distraída y nuestro pensamiento menos concentrado, más superficial, y que el mundo real retrocede mientras procesamos el flujo de símbolos procedentes de nuestros dispositivos conectados a la red, máxime si se participa en aplicaciones interactivas que invitan a la participación inmediata.

En consecuencia, lo que observamos (y lo que no observamos, pero podemos imaginar) induce a estimar que los efectos restrictivos sobre la productividad son considerables en múltiples centros de trabajo y, más aún, en los trabajos que se realizan en solitario, por lo que, de tener esta hipótesis verosimilitud, sería deseable que se investigase y evaluase su trascendencia. En cualquier caso, las observaciones recomiendan restringir el uso de los dispositivos electrónicos en los centros y horarios de trabajo, dotándose de mecanismos para que no se cercenen los derechos de comunicación en caso de necesidad. Los cambios de uso en el ámbito laboral de los dispositivos electrónicos móviles también podrían estimular comportamientos más cívicos en las relaciones sociales presenciales.

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