Tribuna

Abel veiga

Profesor de ICADE

Algo más que una foto

Como decía Fernán Gómez, en este país lo malo no es la hipocresía, sino el desprecio, y en eso, matrícula de honor. No es que otros nos vayan a la zaga, es que somos maestros

Algo más que una foto Algo más que una foto

Algo más que una foto / rosell

Busquemos algo más que la foto interesada, provocada. No somos tontos los ciudadanos, por mucho que durante demasiado tiempo hemos aceptado implícitamente una suerte de tutela por parte de los partidos políticos. Estos son unos actores más, privilegiados sin duda, pero no únicos en la actuación de lo público y para la res pública.

La política se ha convertido en muchas cosas. Demasiadas. No todas buenas. Alguna incluso en una suerte de hiperglucemia fotográfica de poses, de demasiados postureos que no ocultan trasfondos e incongruencias. La política es algo más que el discurso vacuo y estéril que, por desgracia, preside la cotidianidad. Es algo más que el simbolismo estridente e interesado. Es algo más que la diatriba y el insulto procaz en que, por desgracia, algunos prefieren convertir la política en erial de vanidades y minifundios mentales.

Poco queda de aquella regeneración que hace dos años y medios los partidos blasonaban y no dejaba de caer en un saco roto. Por muchas transparencias y ciertas regulaciones que hayamos hecho, España sigue teniendo un déficit de credibilidad y un pozo de corruptelas que no se han erradicado. Los partidos y los políticos distan aún a mucha distancia de esa confianza y credibilidad tan necesarias para rehabilitar imágenes, actuaciones y comportamientos.

Esta semana hemos asistido a demasiadas fotografías. Desde un chalé, a una bandera de España, desde una normalidad aparente de dos reinas hasta la fotografía provocada de las dos delfinas del partido popular en la toma de posesión del sexto presidente de la comunidad de Madrid. España es algo más que una bandera y un símbolo, sin restar un ápice a la importancia de los mismos. Es algo más que lo estrictamente personal de dos políticos pese a su incoherencia y doble vara de medir y acusar. Es algo más que los celos o recelos entre dos mujeres, sea y estén donde estén ambas. Es algo más que prometer y no hacer nada. Que enmendar pero no actuar.

El pasado domingo Albert Rivera que juega sus bazas para llegar a Moncloa y que le persigue por ello mismo cierta ansiedad, enarbolaba, y nunca mejor dicho, dos símbolos, la bandera y el himno. Tomaba para sí una idea simbólica en un tiempo, éste, donde los símbolos cada vez importan menos y donde los complejos, por desgracia éste es un país sumamente acomplejado, siguen aún presentes. Bandera en ristre, e himno sui generis en el estrado con versión propia, Rivera no se cansa en emular a Macron. Pero dista mucho la arena política gala de la española, como también sus partidos y sus políticos, pero por encima de todo, el concepto de patriotismo que en el país vecino se siente y se tiene, y el que sin embargo, se adolece en el nuestro, para desgracia propia. Hace mucho tiempo que en España la bandera y el símbolo no unen. Y no lo hacen por ciertas percepciones sicológicas absurdas, por cierto discurso que vincula en el pasado reciente los símbolos y por esa absurda y cainita forma de fustigarnos y negarnos a nosotros mismos que tenemos los españoles.

España es algo más que una foto, que una bandera, que un himno, que muchos recelos personales y propios de instituciones y de partidos. No sé si es esa gran polvareda en el camino, orteguiana, cuando al galope ha pasado o no un gran pueblo, pero es y será lo que los españoles queramos que sea. Difícilmente vamos a cambiar. También será complicado que nos hagan cambiar y que estemos dispuestos a hacerlo sin la suficiente alharaca.

Asume muchos riesgos Rivera con enarbolar estos símbolos, salvo que su intención sea solo o bien imbuirse en una imagen presidenciable de quién aun no ha gestionado nada públicamente, o bien, la de arrebatar aun más voto a un partido popular que tratar de salir como sea de su noqueo. Pero estos discursos pueden funcionar en repúblicas presidencialistas o semi, como es la francesa, o la norteamericana, pero no en éste, donde los viejos estigmas, cual fantasmas, en vez de unir, friccionan, separan o solo sirven, para eso, una fotografía interesada, sesgada y oportunista. Y de oportunismos, de fotografías y montajes, como de discursos únicamente para la galería, sabemos quizás, demasiado en este país de memoria frágil, de verbo incendiario y de envidias. Como decía el académico y también actor, Fernán Gómez, en este país lo malo no es la hipocresía, sino el desprecio, y en eso, matrícula de honor. No es que otros nos vayan a la zaga, es que somos maestros. Como en el flagelamiento del otro.

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