Tribuna

Luis humberto clavería gonsálbez

Catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Sevilla

Puntualizaciones catalanas

Los partidos o grupos llamados soberanistas pueden y deben gobernar Cataluña, pues han obtenido mayoría absoluta en el 'Parlament' con arreglo a la criticable normativa vigente

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Puntualizaciones catalanas / rosell

El pasado 5 de octubre publiqué en el Grupo Joly un artículo titulado Cataluña: el dilema. Celebradas las elecciones del día 21, aporto estas breves y escasas notas como continuación de lo antes dicho.

1ª) Los partidos o grupos llamados soberanistas pueden y deben gobernar Cataluña, pues han obtenido mayoría absoluta en el Parlamento autónomo con arreglo a la criticable normativa vigente. Los candidatos de esos grupos o partidos que se hallen actualmente en prisión o fuera de España podrían en su caso ser sustituidos por otros. Otra cosa es que no lleguen a un acuerdo para gobernar, lo que podría provocar la entrada en escena de partidos no separatistas.

2ª) Los partidos o grupos soberanistas deben gobernar sometiéndose al Ordenamiento vigente. Si pretenden alterarlo, deberán intentarlo acudiendo a los procedimientos jurídicamente previstos. Si pretendiesen ignorar las normas jurídicas, el Estado podrá y deberá adoptar las medidas previstas para ese supuesto, lo que ya sucedió antes de las elecciones del pasado 21 de diciembre.

3ª) Los partidos o grupos soberanistas pueden de hecho ignorar el Ordenamiento español alegando que ellos han creado uno nuevo desde septiembre de 2017 y que las antes citadas elecciones sólo son un instrumento para ratificar su referéndum de octubre, así como que ya existe una República Catalana que no depende del Derecho español y que el Gobierno de Madrid debe reconocer.

4ª) Dicha pretensión es desacorde con el Derecho Internacional, que sólo permite una declaración unilateral de esa índole en casos de dictadura o colonialismo, lo que obviamente no sucede.

5ª) Asimismo es desacorde con un mínimo sentido de justicia natural, pues los resultados de las pasadas elecciones no muestran en absoluto que haya muchos más catalanes que deseen las segregación de España que los que quieren mantener a Cataluña en ella: más bien parece que nos hallamos ante dos grandes grupos enfrentados con una leve ventaja "unionista".

6ª) Después de lo vivido en los tres últimos meses, ya sabemos, con un casi nulo margen de error, que la iniciativa separatista produciría unos efectos desastrosos para la economía catalana y malos para España.

7ª) Aun así, no debemos engañarnos: como dije en octubre, si no cambian las circunstancias, habría que organizar, previas las pertinentes modificaciones constitucionales, un verdadero referéndum decisorio sobre el problema en cuestión, dado que es insensato ignorar a dos millones de personas dentro de un censo real de menos de cinco millones de votantes. Antes de celebrarlo y mientras deviene jurídicamente posible, habría que emplear un periodo de tiempo en rebatir, en medios de comunicación antiguos y nuevos, la colección de tonterías y barbaridades que muchos dirigentes separatistas, repugnantemente ayudados desde lejanas y desgraciadas tierras, han pretendido propagar entre los ciudadanos de esa Comunidad, como que la segregación unilateral era acorde con el Derecho Internacional, que una Cataluña separada seguiría en la UE, que las empresas se mantendrían en la zona, etc. En otro texto me gustaría abordar este problema que se ha manifestado obscenamente en los últimos meses en zonas geográficas de al menos aparente alto nivel cultural: la democracia es utilizada por grupos activos que emplean eficaces instrumentos de influencia masiva, provocando decisiones absurdas y dañinas incluso para los mismos votantes, predispuestos a atender cualquier estupidez ultrarrepetida y reacios a pensar más de un minuto sobre un tema complejo, operando así un mecanismo similar al de las sectas religiosas, mecanismo que comprende el cierre mental frente a la idea diversa de la que se ha elegido y a la que uno se adhirió mucho más emotivamente que racionalmente.

8ª) Repito que, aunque hoy equivocada, la pretensión separatista me parece respetable, pero no lo ha sido el comportamiento de algunos dirigentes catalanes, aunque en su descargo debo reconocer que alguna responsabilidad cabe imputar al Gobierno central, que ha rehuido siempre entrar en el fondo del problema, lo que cabe también afirmar de otras instituciones españolas. Sabemos también que una gran mayoría de catalanes sí desea ser consultada sobre la independencia, muchos para votar en contra de ella, conscientes de que el mundo camina hacia la integración, no hacia la segregación.

Ojalá pronto superemos esta delirante situación, alimentada por quienes desean poner palos en las ruedas del carro que nos conduce a una Europa política y jurídicamente unida, mucho más deseable que las tres lamentables potencias mundiales del presente. Por cierto, espero que una de ellas vuelva lo antes posible a su brillante normalidad.

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