Tribuna

Francisco j. Ferraro

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

'Homo Deus': los peligros del 'dataísmo'

'Homo Deus': los peligros del 'dataísmo' 'Homo Deus': los peligros del 'dataísmo'

'Homo Deus': los peligros del 'dataísmo'

El que un joven historiador haya vendido más de un millón de ejemplares de su obra Sapiens. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad sin ninguna trama novelesca es poco frecuente. Y menos aún si el libro no es una oportuna selección de hitos históricos, sino una inteligente y sugestiva propuesta sobre las macrotendencias de la historia del Homo Sapiens, en la que combina con soltura y agudeza conocimientos de las ciencias sociales y experimentales.

Pero lo que está convirtiendo a Yuval Noah Harari en un fenómeno universal es su reciente libro Homo Deus. Breve historia del mañana, donde, después de exponer como la humanidad ha superado prácticamente los grandes retos de su historia (el hambre, la enfermedad y la guerra), se encuentra en la encrucijada de definir lo que quiere hacer en el futuro. Libro, por tanto, que si bien enlaza con un enfoque histórico, es una lúcida reflexión prospectiva que somete a debate las posibles consecuencias de nuestras decisiones en el presente.

Para ello retoma algunos de los hallazgos de Sapiens, que explican el triunfo del humanismo liberal con la revolución científica, que entroniza a los humanos como los reyes del mundo, y que rechaza que el sentido de la vida se encuentre en algún gran plan cósmico, por lo que el hombre puede y debe actuar en el mundo según su entendimiento y libre albedrío. Superadas la enfermedad, el hambre y la guerra, sus proyectos de futuro vendrán marcados por la búsqueda de la felicidad, el poder y el alargamiento de la vida, incluso la eternidad. Para ello, su aliado es el desarrollo científico que, según Harari, nos ha llevado a comprender que los organismos son algoritmos. Los algoritmos que controlan los ordenadores o los teléfonos móviles son electrónicos, y los algoritmos que controlan a los humanos operan mediante sensaciones, emociones y pensamientos.

Si nuestra felicidad depende de nuestro sistema bioquímico y podemos manipularlo podremos aumentar la felicidad, lo que ya venimos haciendo con medicamentos y drogas, y se investiga en la manipulación del cerebro con estímulos eléctricos y con la modificación genética. La ingeniería biológica, la ingeniería cíborg y la de seres no orgánicos podrían acercarnos a la felicidad total y al ascenso del Homo Sapiens a Homo Deus.

Para ello debemos facilitar información personal a aplicaciones que tienen capacidad para manejar algoritmos, como ya lo hacemos al informar de nuestras preferencias a Facebook, Amazon, Siri, Cortana o Google Now, y confiamos toda la información requerida y, a veces, de nuestros familiares (incluida la del ADN), a las instituciones sanitarias que, con sofisticado instrumental, diagnóstica cada vez con mayor precisión las enfermedades padecidas y a la que estamos predispuestos genéticamente, lo que, combinado con el historial codificado de centenares de millones de personas, permite protocolizar terapias cada vez más precisas sin intervención humana. Entre salud e intimidad elegimos salud.

Esta dinámica deriva en lo que Harari identifica como "dataísmo" o la "religión de los datos". Cedemos un creciente caudal de información personal (cada vez más personas monitorizan su cuerpo 24 horas al día) que, con un adecuado poder computacional, puede permitir que un algoritmo externo nos conozca mejor que nosotros mismos. Y entonces tendrá sentido confiar a este algoritmo decisiones importantes de nuestra vida. Los datos personales tienden a convertirse en lo más valioso que tienen los humanos, y los cedemos gratuitamente a gigantes tecnológicos que, con sus potentes algoritmos, tienden a convertirse en oráculos omniscientes, y de ahí, en nuestros representantes y, más tarde, en soberanos, por lo que el desarrollo tecnológico podría despojar a los humanos de su autoridad y trasladársela a algoritmos. Si bien la necesidad de trabajadores se reduciría drásticamente en el futuro, algunos humanos seguirían siendo necesarios, pero serían una élite de superhumanos mejorados los que tomarían las decisiones más importantes, y la mayoría de los humanos conformarían una casta inferior.

Harari concluye que las hipótesis esbozadas no son profecías, sino posibilidades, e incluso el corazón de su razonamiento (la estructura bioquímica de los seres vivos es un algoritmo) es cuestionable, pero gran parte de las tendencias dinámicas que describe ya se producen en el presente, por lo que la obra trata de alertarnos sobre las potenciales derivas del uso de las nuevas tecnologías, y nos anima a que pongamos la reflexión y la voluntad colectiva para evitar los desastres potenciales.

En cualquier caso, aunque algunos contenidos de la obra sean poco rigurosos y algo efectistas, su lectura es muy recomendable por la riqueza y agudeza de sus análisis, y porque nos ayuda a reflexionar con sugestivos enfoques sobre el presente y el futuro de la humanidad.

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