Tribuna

Francisco j. Ferraro

Del Consejo Editorial del Grupo Joly

Destrucción creativa y 'empresas zombis'

Destrucción creativa y 'empresas zombis' Destrucción creativa y 'empresas zombis'

Destrucción creativa y 'empresas zombis'

La innovación y el progreso técnico han sido las principales fuerzas dinámicas que han permitido el crecimiento diferencial del capitalismo desde el segundo tercio del siglo XIX. Pero estas fuerzas no podrían haber operado con la misma intensidad si no hubiese existido un marco institucional favorable a la destrucción creativa, "hecho esencial del capitalismo" según Joseph Schumpeter. Con el concepto destrucción creativa se alude al proceso de transformación del sistema productivo derivado de la incorporación de innovaciones que modifican los procesos de producción o dan lugar a la producción de nuevos bienes y servicios. Un proceso en el que la innovación es una tensión constante, origen de las ganancias de competitividad, y que obliga a las empresas a mejorar o a cerrar.

A la dinámica destructora-creativa de la economía de libre mercado se han enfrentado tradicionalmente intereses y argumentos conservadores que han tratado de influir en los gobiernos y en la sociedad para que se adopten medidas que protejan a determinados sectores o empresas. Estas posiciones encontraron su expresión más conocida en el proteccionismo comercial, que dominó el debate político-económico frente al librecambismo durante buena parte del siglo XIX y primera parte del XX y, si bien el libre comercio se ha impuesto en el mundo como enfoque dominante por sus constatados efectos positivos para el progreso económico, todavía resurgen las pulsiones proteccionistas al comercio estimuladas por intereses sectoriales y discursos populistas, como la que el presidente Donald Trump está poniendo de manifiesto.

Además del proteccionismo comercial, el proteccionismo también se manifiesta en forma de regulaciones que protegen a empresas o colectivos de la competencia de nuevos operadores con nuevas tecnologías o nuevos modelos de negocio, y en la protección directa a empresas en dificultades, bien con contratos públicos o con ayudas financieras directas a las empresas. Este último tipo de proteccionismo es frecuente en ámbitos administrativos reducidos, donde la cercanía de los agentes económicos concernidos abona el clientelismo, y ha venido avalado por la conveniencia moral de proteger al débil en un errado mimetismo entre la política social (que protege a personas físicas) y la política de fomento económico (que debe estimular el progreso económico). Proteccionismo del que tenemos una larga experiencia en Andalucía (sin ser una exclusiva de nuestra región) en el histórico amparo de la Junta de Andalucía a las empresas en crisis, a las que se les ha mantenido con decenas de miles de millones de euros para, en la mayoría de los casos, limitarse a aplazar su cierre.

La última expresión del freno a la destrucción creativa son las empresas zombis, expresión con la que se hace referencia a las que no son rentables y que sobreviven gracias a la refinanciación de sus deudas posibilitada por la política de bajos tipos de interés y de expansión monetaria de los bancos centrales. Según la OCDE, este tipo de empresas ha pasado de representar su capital el 8% en 2007 al 16% en 2013 en España, y más aún en otros países como Italia, donde alcanza el 19%.

Según la OCDE, estas empresas están contribuyendo al bajo crecimiento de la productividad en la última década porque crean barreras de entrada a competidores más innovadores, provocan dificultades en muchos proveedores por impagos, desvían el flujo de crédito, inversión y habilidades desde empresas más eficientes y ralentizan la difusión de las mejores prácticas y las nuevas tecnologías. Por estas razones, la OCDE recomienda reformar los sistemas de insolvencia y reestructuración de empresas.

Los referidos casos de las externalidades negativas de la política monetaria y de las políticas proteccionistas forman parte de las característica del marco institucional que limita las potencialidades de crecimiento, y cuya reforma debería formar parte de la agenda político-económica para facilitar la innovación y el crecimiento, pero como su detección no es evidente, generan costes políticos y los efectos positivos de su corrección son a medio plazo, no se suelen abordar y, por ello, las regiones y países más afectados por estos condicionantes institucionales negativos son más frágiles ante las crisis y sus crecimientos potenciales son menores que los espacios más dinámicos y con un marco institucional más favorable a la destrucción creativa.

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