Tribuna

Abel veiga

Profesor de Derecho en ICADE

Corrupción en el fútbol

¿Qué sorpresa? La timorata sociedad española no sabía nada. No quería saber nada, pero todos lo sabían o decían saberlo sin embargo. A todos los niveles

Corrupción en el fútbol Corrupción en el fútbol

Corrupción en el fútbol

Qué sorpresa? La timorata sociedad española no sabía nada. No quería saber nada, pero todos lo sabían o decían saberlo sin embargo. A todos los niveles. Tanto ha ido el cántaro a la fuente que ha terminado por quebrar. Y eso que los alfareros más que barro emplearon acero y silencio, indiferencia e inmunidad. La sombra alargada de ese viejo ciprés que es la sangre o el opio de un pueblo y que tamiza al ciudadano, el sempiterno fútbol. Pero fútbol entendido como negocio, como fuente de ingresos, como traspaso de influencias, como dique de contención tributaria, como espejo de concursos de acreedores, algo auténticamente escandaloso en nuestro país con respecto al resto de países de la UE. Sombras millonarias de fichajes y traspasos con cifras ocultas, derechos televisivos y su pugna, partidos e ingresos millonarios desde oficiales a amistosos, compra de votos, y un largo etcétera, entre ellos sospechas de partidos amañados, dejan un sabor amargo, adusto, incrédulo.

Dónde queda el deporte, la pasión, la magia, el arte, el entusiasmo, la inocencia de unos chavales o niños detrás de una pelota y dónde la hojarasca, la costra, la sinvergonzonería, el pantallazo o trampantojo para hacer todo tipo de negocios privados o empresariales a través de influencias, nepotismos, etc. Dónde queda la dignidad. Verdades a gritos que hasta ahora no se escuchaban. Podredumbres de alcantarillas que nadie parecía atender. Deudas millonarias a la Hacienda. Negocios oscuros por parte de algunos. Y el Dios humano del fútbol cae. Ángel María Villar con todas las cautelas y presunciones de inocencia es detenido.

Hoy, que tanto hastío producen formas y comportamientos, actitudes y hechos, es necesario más que nunca revitalizar el papel y el rol que deben jugar la sociedad, las instituciones, todas. La fuerza de la ética, de la rectitud, de la honestidad son hoy más necesarias que nunca. Pese a las dificultades. Respeto también a nuestras instituciones, todas, gobierne quien gobierne, porque sólo así se respetan los valores democráticos. No lo olvidemos. Los que nos diferencian y asisten como sociedad. Levantemos costras y hojarascas pero también muchas rabias ocultas. A muchos corruptos, a muchos que se aprovechan de lo público para enriquecer su patrimonio y el de sus amiguetes. La España cutre, zafia, inmoral debe regenerarse. La costra de la autocomplacencia. De la ausencia de crítica. Del lamento vano y vacuo, la reflexión estéril y el cinismo mordaz. Limpiemos la hojarasca. La que no nos deja ver, tampoco respirar. Anteojeras que nos ciegan voluntariamente. La costra que nos atrapa, que nos devora. Dignifiquemos la política, el espacio de lo público, donde estamos todos, gobernantes y gobernados. Educación y bisturí para terminar con esta lacra, con esta aberración, con muchos sinvergüenzas que se aprovechan de sus cargos, públicos y privados. Y donde hay muchos tontos útiles que son movidos por los que manejan hilos de negocio y necesitan peones que abran puertas, negocios y suculentos manjares de prevaricación, nepotismo, administraciones desleales, estafas, extorsiones, apropiaciones indebidas y un largo etcétera.

Ya vale de tanto descaro y tanta sinvergonzonería de cuatro aprovechados. De tanto ocultismo o clandestinidad y de entender el fútbol como un predio propio y de reparto para cuatro amigos. Ya basta de jugar con las emociones y pasiones de los ciudadanos y éstos de querer seguir siendo ciegos voluntarios y amnésicos de crítica. Basta de tanto cinismo y demagogia. De mirar hacia otro lado con displicencia indiferente y perdonar todo lo que es elevado a sagrado, el fútbol mientras otros se ríen, amasan fortuna y defraudan a Hacienda sin ser ejemplo de nada, pero que el aficionado siente y abnegadamente sigue sin autocrítica ni personalidad alguna.

Los intocables que han hecho y deshecho tiemblan. Por lo que han hecho o no, por lo que otros saben o no, o lo parece. Aquí en este yermo de inmunidades y de aprovechados sin ética ni moral alguna, unos pocos se han reído de todos y se han aprovechado para sí. Han convertido el arte del deporte en negocio. En prebendas, en clientelismo, y lo han hecho delinquiendo, mintiendo, amenazando y generando una omertà vergonzosa en la que todos han callado y mirado hacia otro lado. Y lejos del espectáculo de las detenciones, que se instruya como se deba instruir y que se enjuicie con todas las de la ley hasta donde se tenga que llegar, la verdad y la justicia. Ya basta de tanta hojarasca, de tanto sinvergüenza y de tanto protector que no ha querido hacer nada.

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