Unas relaciones diplomáticas siempre delicadas

La estrategia de Marruecos de estimular la llegada de pateras a nuestras costas sólo servirá para enrarecer las relaciones

Más allá de los discursos y la retórica oficial, las relaciones entre Marruecos y España han sido siempre tensas y complicadas. El origen de los problemas viene de muy lejos, incluso de antes de la existencia de las dos naciones. Históricamente, las dos poblaciones han vivido en permanente enfrentamiento, con invasiones mutuas y saqueos. La división del Estrecho en dos bandas, la cristiana al norte y la musulmana al sur no hizo más que acentuar este conflicto perpetuo. Sin remontarnos a tiempos tan lejanos, podemos hacer una amplia relación de los problemas que ambos países han tenido debido a cuestiones tan diversas como la descolonización del Sahara y la Marcha Verde (que estuvo a punto de desembocar en una guerra), los enfrentamientos por los caladeros pesqueros, las tensiones por la agricultura, el contencioso de Ceuta y Melilla o, recientemente, la inmigración ilegal que pasa desde las costas africanas a la europeas.

Sin embargo, en general, hay que ser optimistas. En las últimas décadas, ambos reinos han avanzado considerablemente en sus relaciones bilaterales. Marruecos y España son dos países que, les guste o no, están condenados a la amistad, porque lo contrario sólo puede tener consecuencias catastróficas para ambos. Estas buenas relaciones se han desarrollado, especialmente, en materia de seguridad. Hoy por hoy, y después de muchos desencuentros, la colaboración entre España y Marruecos en la lucha antiterrorista se puede considerar como ejemplar. Ambas naciones saben lo mucho que se juegan en ello, especialmente la norteafricana, cuya monarquía ya es un objetivo claro del yihadismo.

Sin embargo, tal como publicábamos ayer en este periódico, en los últimos tiempos Marruecos está usando el control de la salida de pateras con inmigrantes ilegales para presionar a España por un fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que estipula que el acuerdo de libre comercio agrícola y pesquero no vincula al Sahara porque no es parte del territorio marroquí. En este sentido, la postura del país vecino está siendo claramente irresponsable al obviar que el Estado español no es el que dicta las sentencias de los tribunales, ni los de su propio territorio ni mucho menos los de la comunidad europea. Marruecos debe reflexionar y darse cuenta de que su estrategia de estimular la llegada de inmigrantes a nuestras costas sólo servirá para enrarecer las relaciones, algo que perjudica a los dos países. Cuanto antes debe volver al camino de la colaboración franca en esta materia.

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