LA ventolera

Fernando Taboada

Los hay con suerte

DISCULPE si me meto donde no me llaman pero ¿está usted con el agua al cuello por la crisis? Pues permita que le dé mi enhorabuena. No sabe de la que se libra. A nadie le gusta estar en la ruina pero, pensándolo detenidamente, después todo son ventajas. Sin un duro en el bolsillo se quita uno de problemas porque, a ver, ¿quién dijo que había que pagar por hacer viajes? Si sumamos la fatiga de los preparativos, los atascos, el trajín de los aeropuertos, los mareos y el lío del idioma, por viajar habría que pagar lo mismo que pagamos por recibir codazos en la mandíbula. A ser posible, nada.

Hacer el equipaje ya es una lata. Por mucha ropa que empotremos en la maleta, jamás acertaremos. Hará un frío que no anunciaban los telediarios. O demasiado calor para tantas rebequitas. Y al final, ¿para qué? Para acabar saliendo en todas las fotos con la misma camiseta.

De las comidas, ¿qué voy a decir que no se sepa? Con la manía que tienen los europeos de almorzar antes de que a los españoles nos suene el despertador, a poco que uno cruce la frontera puede olvidarse de comer caliente.

¿Y los hoteles? ¿No será mejor dormir cada uno en su casa? Cuando son de lujo porque son de lujo y tienen las habitaciones llenas de muebles con los que tropezamos cada vez que vamos de noche al retrete. Y cuando no lo son, peor, porque siempre cae en nuestro pasillo esa excursión de italianos que necesitan cantar los éxitos de Raffaella Carrá antes de acostarse. Y anda que no tuvo éxitos Raffaella Carrá.

¿Pero aún se está usted pensando lo del crucero? Disfrute de la crisis sin complejos, que con el vaporcito por la bahía va que chuta. Y si se quiere sentir como en el extranjero, no hay ni que salir del barrio. Se sacan las sillas plegables a la casapuerta, unos litros de birra, la mortadela y a ver qué diferencia hay entre eso y estar en Nápoles. Ninguna.

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