El sueño social liberal

C´s parece acomodarse sin ambages en ese espacio a cuyos lados se ha extendido el espectro político

He estado a mano de la clase política desde mi época de estudiante universitario. La otra cara de mi ser, el periodismo de opinión, y las frecuentes intervenciones en actos públicos y culturales de diversa naturaleza, me han preservado bastante de las tentaciones a estar en alguna facción política, pero también me han mantenido al tanto de lo que pasaba en escena. Estar en política es una buena cosa, desde luego, y lo entiendo como un gran servicio a la sociedad, pero la condición humana produce un enrarecimiento del medio que dificulta su habitabilidad. Hay que valer, como para todo, y no tengo la impresión de que valga. Pero, como lo haría un pinche de cocina, ayudo allá donde mi ayuda puede ser estimada y no me chirrían las entretelas.

Siempre he oído suspirar a mi alrededor -yo mismo lo he hecho- por una sociedad libre, de individuos libres y respetados en su individualidad, donde las leyes protejan los derechos de las personas y en la que el mercado no pueda asolar a los que sufren limitaciones de cualquier tipo. Pero la verdad es que los partidos concurren enfrascados en rivalidades despegadas de las necesidades del personal. Dios nos crea libres y diferentes. Tan libres como para poder optar por hacer el bien o por hacer el mal. Tan diferentes que ni siquiera los gemelos univitelinos u homocigóticos son exactamente iguales.

Como en el I have a dream (Yo tengo un sueño) que cantaba el conjunto musical sueco ABBA cuando a punto estaba de nacer la década de los años ochenta; sin duda inspirado en la frase que, en el controvertido escenario de los sesenta, acuñara el gran Martin Luther King; la práctica totalidad de quienes, cerca de mí, han aspirado o aspiran a mejorar el estatus, desde la inteligencia y la razón, piensan en eso que yo me atrevería a llamar social liberalismo.

Por primera vez en este ya consistente período de vida democrática, un partido, Ciudadanos, parece acomodarse sin ambages a ese espacio a cuyos lados se ha extendido el espectro, alargado por una política intervencionista sobrecargada de reservas socialdemócratas. No hay diferencias importantes de planteamientos a esos dos lados del centro, los matices son secundarios. En las dos opciones hay miedo a la libertad, a incluirla entre los presupuestos, entre los axiomas del método. Hora era pues que alguien lo hiciera. Y de desear es que cuaje en amores, pues de ser así tendremos obras y no buenas razones.

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