La esfera armilar

Alberto P. De Vargas

El setenta de Ferraz

SI viajan por Madrid y se acercan al centro, en el coqueto, delicado y multicolor barrio de Chueca, podrán dar con una placa que recuerda el lugar en donde estuvo la casa de Tócame Roque, allá en la segunda mitad del siglo XVIII y hasta su demolición a mediados del XIX. Exactamente en la calle Barquillo, esquina con Belén. Don Ramón de la Cruz la popularizó en su sainete La Petra y la Juana, o el buen casero. La casa era algo así como un patio de vecinos, pero muy agitado y bullanguero. Las riñas entre los inquilinos se difundieron tanto que acabó convirtiéndose en un referente del caos. Llegado el derribo por ruina, el propietario, amenazado de muerte, hubo de quitarse de en medio para huir de las agresiones.

En Madrid se alude a la casa de Tócame Roque para referirse a un entorno en donde cada uno campea por sus fueros, reina el desorden y no hay quien ponga títere con cabeza. Pues bien, se empieza a llamar así al edificio número 70 de la calle Ferraz que aloja la sede central del PSOE. Es una versión actualizada del viejo caserón de Barquillo. Quién sabe si algún autor inmortalizará este nuevo reducto de confusión cambiándole el denominativo por otro que manteniendo la sonoridad y el sentido de la frase, lo encasille en el ámbito político que le corresponde. Quizás algún día diremos "esto es como el setenta de Ferraz".

Con la nueva hornada de socialistas del postfelipismo, parece haber llegado una corte de liquidadores que algunos vieron como renovadores de los viejos principios ideológicos de la izquierda y recuperadores de sus prioridades. Los residuos socialdemócratas del marxismo, oxidado como filosofía y fracasado social y políticamente, se han construido sobre la utopía para adolescentes de que es posible sufragar las coberturas del Estado del bienestar, limitándose a esperar que la asistencia de la Divina Providencia, revestida de laico satén, provea de lo necesario.

Estos muchachos no valen ya ni siquiera para oponerse, y eso que han gobernado como si fueran oposición de la oposición. Ahora se repliegan en sus refugios de invierno, reprochándose unos a otros la vertiginosa caída que sus limitaciones provocaron. Han liquidado lo mucho de valor que tenían acumulado desde la última década del franquismo y sus otrora mantenedores andan predicando en el desierto o acuden como conversos arrepentidos a los círculos mediáticos e intelectuales de la derecha. Echar mano de un personaje amortizado, demagogo y sin recursos ni ideas nuevas, pondrá a disposición de la derecha un inmenso poder que será, no les quepa la menor duda, importunado hasta la saciedad por los sindicatos de clase y los antisistema. Nada bueno para España.

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