Se atribuye a David Rockefeller la frase: "lo mejor de ser rico es no tener que preocuparse por las apariencias". Eran buenos tiempos para los ricos americanos. Aquí en la vieja Europa, el marxismo se encargó de sentar las bases por las que la riqueza personal es uno de los mayores pecados sociales. No importa si el rico, a fuerza de romperse los cuernos trabajando, logró su fortuna personal. Las necesidades de la sociedad, deberán siempre ser satisfechas por el gobierno, financiándolas con los impuestos que paga la propia sociedad. Si embargo, la revolución, después de los Balcanes y la caída del Muro, como canta Joaquín Sabina, tenía un talón de Aquiles al portador. No importa que vivamos en una sociedad capitalista y con ella tengamos la mayor etapa de prosperidad que ha vivido este país: el rico es un ladrón por definición y el empresario un gánster. Así nos va. Esos reparos morales, no se tienen en cuenta cuando se compra un cupón de la Bonoloto o el Euromillón. En el fondo, aunque digan que el dinero no da la felicidad, casi todo el mundo quiere ser rico.

Hay ricos rumbosos y ricos miseria. Aunque servidor se confiesa tieso de clase media que no tiene un mal vivir, descontando etapas de mi vida en que he estado boquerón profundo, he tenido la ocasión de conocer de cerca, a ricos de verdad. Uno de ellos, una de las mayores fortunas de España, seguía veraneando en su pueblo, jugando al dominó todos los días con sus amigos de la infancia. Hablando con ellos, me contaron el gran corazón que tenía su amigo y que las partidas de dominó se convertían en un rosario de peticiones de ayuda para los mas humildes del pueblo que el rico, siempre atendió.

Seguro que ustedes han asistido asombrados a la polémica que han montado los de siempre, con la donación de 320 millones de euros para la lucha contra el cáncer realizada por Amancio Ortega. La mamografía digital con tomosíntesis o los aceleradores lineales avanzados, donados por Ortega, permiten realizar diagnósticos más precisos y proporcionar a los pacientes tratamientos más eficaces, menos agresivos y de menor duración. La donación no puede ser más oportuna, en un momento en que se diagnostican en España 200.000 nuevos cánceres, al año. Hay tontos que han protestado por el regalo. Los enfermos de cáncer, no. Hay ricos que no dan ni la hora. De ellos, no se habla, de Amancio, sí.

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