Aprimeros de septiembre ya se nota un trasiego distinto de gente y el verano sale en segundo plano en los telediarios. Por lo demás, parece que siempre andamos con las mismas cosas. A veces, las largas tardes de agosto no son el mejor alivio para el bochorno. De cara al otoño, los golpes del estancamiento económico y la subida insostenible del paro hacen que corra la desconfianza, atrapados por las deudas y el déficit. Aquí, el paro nos hace distintos e impide el desarrollo normal de las actividades socioeconómicas y políticas. Es difícil andar con una cifra de parados de doble tamaño que la registrada en la Unión Europea. Quien no haga frente al paro, se equivoca y estará alargando las dificultades. La dimensión mundial de los mercados económicos nos obliga a reformar la economía y rehacerla, con intención de mejorarla, para lograr la estabilidad que nos permita competir y salir adelante a nivel internacional. Después de las reprimendas ciudadanas, los gobernantes deben enmendarse y corregir los comportamientos que se consideran negativos. Revolver mucho las cosas o liarlas perdiendo el tiempo , solo complicará la situación actual haciendo más difícil mantener el nivel de vida aceptable del estado del bienestar. Las encuestas nos cuentan a cada dos por tres que pasamos el tiempo preocupados por el descenso de la actividad económica, de la producción y del consumo, con el consiguiente decrecimiento del nivel de empleo. Así no debe extrañarnos que existan pocas ganas de perder el tiempo entrelazando problemas difíciles de solucionar.
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