Al leer los periódicos el domingo me topé con un artículo titulado El peor oficio del mundo. Enseguida pensé: el peor oficio del mundo, puta. No, el peor oficio del mundo, rey. No, enterrador. No, domador de leones. No, humorista. No, cualquiera que se ejerza sin fe. No, todos y ninguno, según quien lo lleve a cabo. No, no hay oficio peor del mundo. Leí el artículo y se refería, quién lo hubiera pensado, a los abogados.

Los abogados, así en general, no somos bien considerados por la sociedad porque se nos identifica con los abusos que la propia sociedad comete. Eso de defender a un culpable a sabiendas de su culpabilidad no se entiende bien y se nos tacha de encubridores, de vivir a costa del delito como los médicos de la enfermedad. Vestir raro y de negro y la actitud de ciertos letrados tampoco ayuda.

Al articulista le damos asco los abogados, nos metería a todos en la cárcel por mentir. Dice que en un mundo puro los abogados no existirían, y que somos producto de la degeneración. Los abogados nacimos, según relata, con el primer conflicto para decidir quién tiene razón. Ahí di el primer respingo porque los abogados jamás juzgamos. Posiblemente el autor no tiene el valor de hablar de los jueces, que son quienes deciden y condenan, como lo hace de los abogados por más que cobardemente haya puesto la leyenda tras el título de "Relato de ficción".

En el paraíso, antes de comer la manzana, no había oficios. El suyo no es un mundo puro sino ingenuo e impostado, un limbo lleno de putas y payasos del que yo saldría huyendo a la menor ocasión, en el que no tienen cabida los abogados porque los abogados surgen en las sociedades evolucionadas y complejas, donde dos y dos no siempre son cuatro, donde hay abusos pero también reparación del daño, donde hay muchas miserias pero también instantes de grandeza casi siempre promovidos por un abogado empecinado en defender contra viento y marea a su cliente. La justicia avanza por los abogados.

Cuanto mejor es un abogado peor persona es, sentencia. Qué va, cuanto mejor es un abogado, más escéptico se vuelve porque conoce más de la vida. Hay abogados sabios, vanidosos o mezquinos como clientes hay, que cada cual escoja el suyo.

Yo sólo puedo estar agradecida a una profesión digna con la que sufro mucho pero que me hace mejor persona y me regala unos amigos de los que puedo aprender siempre, ¿podrá decir lo mismo el articulista?

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