T UVE ocasión, hace unos años y gracias a una beca, de asistir a los Cursos de Verano de la Complutense en El Escorial. Fue una experiencia altamente gratificante. Durante una semana lejos del mundanal ruido, las viejas piedras herrerianas son un aislante excelente, pude aprender y conocer gente interesante de múltiples disciplinas. La magia de las cafeterías y pubs de El Escorial y los conciertos en el monasterio, hicieron el resto. De entre los variados encuentros, recuerdo uno con el publicista catalán, de origen sefardí, Lluis Bassat. Es dueño de su propia agencia a la que fusionó, nada menos que con Ogilvy & Mather, la líder mundial. Su obra más reconocida ha sido el diseño de las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona.

El tema de la conferencia era la diferencia de criterios que se deben observar, al hacer un anuncio destinado a Europa o a USA. Nos invitó a un divertido juego. Un avión capota en el desierto y para los supervivientes solo quedan una serie de objetos: un bidón con agua, una pistola de señales, una brújula, un mapa, un espejo reflectante y una tienda de campaña. Sólo se podían elegir tres de ellos. Cuando hicimos el recuento, el grupo había elegido el agua, el mapa y la brújula. Bassat nos contó que ese mismo juego al otro lado del charco, daba resultados diferentes. Los norteamericanos cogían primero el agua, pero luego se quedaban con la pistola de señales y el espejo reflectante. Ello era así, porque creen a pié juntillas que por difícil que sea la situación, los suyos irán al rescate y para eso se preparaban. Por el contrario los europeos, están tan escopeteados que prefieren coger el plano y la brújula y buscárselas por sí mismos.

En este crudo invierno, con nevadas nunca vistas por estos pagos, un buen número de españolitos, se han lanzado a las carreteras y autopistas, por motivos tan tontos, como enseñarle a los niños la nieve o sacar lindas fotos. La tormenta perfecta se estaba formando, al unirse la estulticia de los gobernantes a los que cogió por sorpresa el desastre, pese a que los pronósticos del tiempo eran muy claros. En definitiva, una vez más plano y brújula y vámonos que nos vamos. Esperemos que los osados hayan aprendido la lección. Ya lo decía mi abuela manchega: Más vale un "por si acaso" que un "quién pensara", aunque visto lo visto, parece que el refrán lo hicieron para los americanos.

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