"La cuna se balancea sobre un abismo y nuestra existencia no es más que una breve rendija de luz entre dos eternidades. Aunque ambas son gemelas idénticas, el hombre, por lo general, contempla el abismo prenatal con más calma que aquel otro hacia el que se dirige". Nabokov.

Donde estuve una vez, volveré a estar. Y aquí estoy de nuevo, en casa de mi hija, en un lugar que antes nos perteneció a nosotros, escribiendo este artículo al cuidado de los siete miembros de su numerosa familia; y como ella los considera sus "hijos", en estos momentos que no está, ejerzo el papel de orgullosa "abuela".

Es muy temprano, el frío afuera aprieta y el silencio adentro nos acompaña. Es la primera vez que estoy instalada aquí sin ella que va camino de Sevilla, destino Londres. La familia perruna, adormecida y cómoda. Me adapté una mesa más que conocida: mi antigua mesa de trabajo, esa que durante tantos años ha ejercido con fidelidad su cometido. Y desde su atalaya diviso la ligereza que ha conseguido darle a la casa.

Este espacio fue durante mucho tiempo un guardián de nuestro pasado, de aquello que dejó de tener utilidad y que trajimos hasta aquí por si más adelante volvíamos a darle una nueva oportunidad. Y fuimos acumulando y acumulando y acumulando hasta llenar la nave de objetos que comenzaron siendo útiles y el paso de los años los convirtió en trastos. Y tuvo que ser ella la que pusiera orden, la que nos liberara de tanta inútil carga, la que hiciera una limpieza brutal de lo ya innecesario para nuestras vidas. Y progresivamente se fue adueñando del espacio. Primero convivió con todos los trastos que iba arrinconando ganándole metros a la nave para poder reunirse con sus amigos que flipaban con tanto retro. Y es así que fue reconquistando los dominios: a más edad, menos trastos.

Esta es su casa. Somos vecinas. Y sigue conservando muchos referentes del pasado pero que ahora parecen rejuvenecidos: tocadiscos, vinilos, radios, cámaras de fotografía, proyectores, la estantería que compramos su padre y yo para nuestro piso de estudiantes en Granada, un escritorio de casa de sus abuelos…

Donde estuve una vez, volveré a estar. Mientras tanto, con la mayor calma posible, sabiéndome de paso, voy a sacarle todo el jugo a esta breve rendija de luz llamada vida y ahora que terminé el artículo voy a dejarme lamer por mis "nietos" y a maleducarlos un poquito mientras mi hija vuela.

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