La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El odio que no cesa en Alsasua

Quizás no fue una agresión terrorista, pero sí revela el odio que deshumaniza a la víctima y elimina la culpa

Quizás se haya equivocado el fiscal al acusar de lesiones y amenazas terroristas a los ocho individuos que agredieron brutalmente a dos guardias civiles y sus parejas en Alsasua -fortín del abertzalismo en Navarra- durante una madrugada de octubre de 2016. Eso no suaviza la gravedad de la conducta que se juzga ni justifica la infame postura del Gobierno navarro (nacionalistas e izquierdistas), que ha encabezado una masiva manifestación a favor de los agresores.

Hacía cinco años que la banda terrorista ETA no atentaba. Por tanto, la actuación de los violentos en Alsasua no formaba parte de una estrategia de los terroristas como habían significado antes la kale borroka o la participación electoral de Batasuna. Lo que sí ha dejado el terror es la podredumbre moral y el odio canalla de una parte de la sociedad vasca y, en menor medida, navarra. Aún es pronto para ver erradicadas estas enfermedades del alma.

Si no delitos de terrorismo, delitos de odio sí que parecen haber cometido los ocho agresores de Alsasua, que se han presentado en el juicio disfrazados de jóvenes sanos y normales -hasta su aspecto físico e indumentario se ha travestido-, si acaso un poco borrachos ocasionales, y han reducido los hechos juzgados a la categoría anecdótica de pelea de bar, aunque uno se confiese iniciador de la bronca al afear al teniente de la Guardia Civil atacado que le hubiera multado cuatro veces y que acudiera a un bar juvenil aun siendo un represor de la juventud de Alsasua.

Gracias a los testimonios de la Policía Foral y de un joven precisamente llamado por la defensa (en cambio, el dueño del bar y la camarera no vieron nada raro aquella madrugada: ellos tienen que convivir con los acusados cada noche, y vivir de esa clientela) sabemos cómo fue: una paliza multitudinaria no preparada con anterioridad, pero sí coordinada sobre la marcha, en la que los agresores, encapuchados, se turnaban para dar patadas y golpes a las cuatro víctimas indefensas y salir corriendo. Sólo porque eran dos guardias civiles y sus novias, a los que se hacía la vida imposible en Alsasua tanto en 2016 como en los años de plomo.

No será terrorismo en sentido estricto y penal. Sí se ajusta a la tipificación de delito de odio, aquel en el que a la víctima se la cosifica y se le despoja de humanidad para violentarla sin culpa ni arrepentimiento. Un fruto tardío del terrorismo que permanece aun cuando el terrorismo haya sido derrotado. Un problema social y ético.

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