Atardecer. Todavía hacía una calor de coóne. Por una avenida veo venir a un chaval de raza negra conduciendo una bicicleta. Es joven. Suda. Va ligero, con bulla. Me llama la atención que sobre su espalda lleva una gran caja cuadrada que es más ancha que él y que le cubre prácticamente desde los hombros hasta el final de la espalda. La lleva sujeta a su cuerpo por unas correas. No sé cuanto pesará, pero la cosa no tiene pinta de ser "leve".

No lleva casco, porque sería insoportable y lo único que permite ver que trabaja para una empresa es que el cajón que lleva sobre su espalda lleva puesto un gran anuncio de una firma de estas que se definen como de "economía colaborativa".

No lo puedo evitar. No sé si es por el calor o por los escalofríos que me produjeron ver este hombre así, pero a mi cabeza vinieron del tirón esas películas de los exploradores ingleses que se dedicaban a investigar Africa y que llevaban a su alrededor a un montón de porteadores que se encargaban de llevar el equipaje y a los que azotaban si no corrían lo suficiente.

El ciclista porteador se metió a "contramano" por una calle, probablemente para acortar distancias y así hacer más rentable su viaje, porque si tarda cinco minutos menos podrá hacer otro viaje y meter en su casillero de ganancias de ese día unos euros más. A él no lo azotarán con una fusta pero sí lo hacen con relojes, firmas y otros elementos de tortura que han inventado los "mercados" del siglo XXI. Si no aguanta le "azotará" el carnet del paro. Los nuevos "exploradores" no se dedican a buscar en Africa tesoros, se dedican a buscar tesoros abaratando costes. Lo disfrazan todo con nombres rimbombantes como eso de la economía "colaborativa" o hablan de sistemas "imaginativos" a la hora de contratar a sus trabajadores. Traducido resulta, pagarles lo mínimo posible y que no haya costes laborales, lo que antes se llamaba pirateo y que ahora disfrazamos, como hacemos con todo, con nombres políticamente correctos.

Me pregunto si el Ministerio de Trabajo no ha visto a estas personas por las calles. Me pregunto como es posible que se les permita trabajar así. ¿Nadie vela por su salud, por su espalda? ¿Dónde está la seguridad laboral? ¿Cómo controlan el horario? Da la impresión de que esas empresas que operan a nivel internacional en el mundo del transporte sólo a través de internet hacen lo que les parece y, lo que es peor, están terminando con otras empresas que sí tienen que cumplir la legalidad. Sin que nos demos cuenta vuelven los esclavos, de raza negra, de raza blanca y de raza amarilla, de todas las razas. Estas multinacionales, que encima van de modernas y se venden como los que dan trabajo, favorecen este tipo de cosas: gente haciendo lo que sea por llevarse algún beneficio a casa. Lo hacen por necesidad, porque no tienen nada.

La esclavitud vuelve. Será necesario luchar contra ella.

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