Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El nacimiento de una nación

Andalucía se aplicó a la tarea de construir un imaginario nacional sustentado sobre sus mitos y sus mártires

Supongo que sigue siendo norma que en vísperas del Día de Andalucía en los colegios de la región a los niños se les haga dibujar banderas blanquiverdes, cantar el himno y se les hable en clase de Blas Infante como padre de la patria. Las autonomías, no sólo la nuestra sino todas, convirtieron lo que era en teoría un proceso de descentralización administrativa para acercar la toma de decisiones a los ciudadanos en una suerte de proceso de construcción nacional con todos sus avíos simbólicos y de poder real sobre el territorio. Posiblemente el origen esté en la emulación de Cataluña y el País Vasco como las zonas de España que, gracias a sus amenazas separatistas, habían alcanzado cotas de desarrollo que se había vedado históricamente a las demás.

Puestos a inventarse algo muy parecido al nacimiento de una nación, Andalucía se aplicó con entusiasmo a la tarea. Para ello no faltaron mitos, como el de la Al Ándalus feliz y tolerante, ni mártires, encarnados en la figura del notario de Sevilla Blas Infante, que dio en algunas publicaciones muy poco difundidas aire a un pensamiento andalucista y al que, realmente, nadie hizo mucho caso ni se tomó demasiado en serio en su tiempo. Infante fue víctima de la locura de sangre que de desató en España en el verano de 1936 y que en su ciudad se perpetró con especial saña asesina. Por eso, aunque no sólo por eso, merece memoria, respeto y homenaje. Todo ello lo encontró tras la dictadura franquista cuando tocó crear un imaginario andaluz para sustentar la realidad política de la autonomía.

Ese proceso identitario supuso inevitablemente un retorcimiento de la Historia en muchas facetas, pero con una claramente detectable: los hechos se pusieron al servicio de una ideología concreta y mientras unos acontecimientos y personajes se reivindicaban otros pasaban al olvido. Así, por seguir con el ejemplo con el que empezábamos el artículo, esos mismos escolares que escuchan en sus clases hablar de Blas Infante saldrán de la educación obligatoria sin saber quién fue el malagueño Antonio Cánovas del Castillo y qué representó en la España de la Restauración o qué intervención tuvo el sevillano Diego Martínez Barrios en el desarrollo de la Segunda República, por citar sólo dos ejemplos de andaluces que tuvieron una intervención decisiva en los momentos históricos que les tocó vivir. O incluso ignorando lo que su paisano Felipe González hizo en este país al final del siglo XX. Así se escribe la Historia.

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