¿Los muertos? depende

El mal convive con los fundamentos de la democracia cuando la sociedad tolera lo intolerable

Proyectar el amor contra el mal parece desafiar a la razón y, sin embargo, a poco que nos detengamos en la ley del talión, en el ojo por ojo y diente por diente (Éxodo 21, 24), concluiremos que la respuesta violenta a la violencia no conduce sino al caos. San Pablo escribe en su epístola a los romanos: "Noli vinci a malo, sed vince in bono malum" (Rm 12, 21) (No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien). Bien podría ser esa máxima, la síntesis de la axiomática del cristianismo y hoy, jueves santo y día del amor fraterno, constituirse en el titular del día reflexionando sobre el mal en alguna de sus formas más radicales.

La libertad inherente a la naturaleza humana nos permite escoger el mal y he ahí el porqué del empeño en construir sociedades en las que se dificulte o, mejor, se impida esa elección. La libertad de expresión, el Estado de Derecho, la igualdad ante la ley y la protección social, fundamentos de la democracia, son las armas potencialmente más poderosas para combatir esas miserias y para hacer aflorar las grandezas del alma humana.

El mal convive con esos fundamentos, cuando la sociedad civil tolera lo intolerable. Ahí está el show que anda montando la banda ETA y sus colaboradores y afectos, en su paraíso francés. No pocos de esos que anduvieron colgándose el "Je suis Charlie", cuando el terrible atentado al semanario Charlie Hebdo, hace algo más de dos años, son herederos ideológicos, y cómplices de hecho, de una de las más largas y arropadas campañas terroristas que se han desarrollado en el corazón de la vieja y sufrida Europa.

Entre 1974 y 1981 se barajó un posible rompimiento de relaciones diplomáticas con Francia, que bajo la presidencia de Valery Giscard d'Estaing se convirtió en sede permanente de ETA. Los descerebrados asesinos de la banda disfrutaban de un estatus de refugiado político que -todo hay que decirlo- se generó en un ambiente favorable a ese reconocimiento por parte de algunas organizaciones españolas, políticas y sindicales de clase que, al parecer, consideraban que con Franco en el poder, no importaba matar a militares y civiles ni tener en cuenta los llamados "efectos colaterales"; es decir, las muertes de niños y adultos que pasaban por allí. Es como si un actor de reparto de ese gran teatro del mundo que es la comedia humana, exclamara en medio de una escena abarrotada: ¿Los muertos?, ¡Ah, los muertos!, pues mire usted…….depende.

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