La muerte tiene un precio

Piénseselo bien antes de morirse y no se crea nada de eso que se lee sobre el impuesto de sucesiones

Morirse no está al alcance de cualquiera. Se puede uno morir de la manera más tonta, de risa, de asco, de pena, pero antes hay que pensárselo bien porque, como en la película de Sergio Leone, la muerte tiene un precio. No está al alcance de todos los bolsillos. Más bien se ha convertido en un privilegio, un artículo de lujo que no todo el mundo puede costear.

Si una persona se muere el problema que se le viene encima a los familiares no es solo de carácter sentimental. En determinados casos, la familia puede ver normal que a uno le llegue su hora. Si además tiene una cierta edad y ha vivido su vida de forma intensa y feliz, le quedará una gran conformidad y aceptará el deceso de forma natural y equilibrada. Los problemas vienen después, tan pronto como el facultativo da la noticia y firma el certificado. Es el momento de la cuestión financiera. La tarjeta de la Seguridad Social da paso a la de crédito. So pena de que uno esté tieso, no solo desde el punto vista corporal, sino desde el monetario, los buitres merodearán como si estuviéramos en Monfragüe.

Si usted ha estado pagando los muertos, como se le ha llamado siempre al seguro del entierro, verá que funciona de maravilla. Sus familiares se lo agradecerán, aunque si echa números comprobará que usted ha pagado a lo largo de los años su entierro y el de medio bloque. El Ayuntamiento será el primero en trincar ya sea de uno o de otro lado; no basta con que usted sea del lugar y haya estado toda la vida pagando impuestos. Ha tenido usted la mala suerte de morirse y el servicio lo cobran como residuo sólido urbano en el que se ha convertido. Menos mal que no han caído en incluirlo en el recibo del agua y asegurarse mejor de que cobran.

Aún en pleno duelo, la familia recibirá una carta que le reclamará una serie de dinero en concepto de parte alícuota de la supuesta herencia que el finado haya podido dejar. No sabían de la existencia de estos primos del difunto que reclaman su parte, mejor dicho el primo es usted o así lo entienden los demandantes. Si usted ha perdido a su cónyuge tendrá que pagar un pastón para seguir viviendo en su casa pensando que lo suyo es suyo. Si el difunto ha sido un familiar de segundo grado, pagará mucho más y si ni siquiera es eso, más vale que se olvide. Así que piénseselo bien antes de morirse y no se crea nada de eso que se lee sobre el impuesto de sucesiones.

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