En 1897 y junto a otros destacados artistas austriacos, el pintor Gustav Klimt y -posteriormente- su más aventajado discípulo Egon Schiele, fundaron el movimiento artístico denominado "Secesión vienesa". Curiosamente, estos dos pioneros del modernismo centroeuropeo murieron en 1918 y Viena aprovecha tal circunstancia para conmemorar el centenario de su desaparición con una serie de sobresalientes exposiciones de sus obras.

Con motivo de tan especial celebración la capital austriaca ha puesto en marcha una gran campaña publicitaria por las principales ciudades europeas mediante la colocación en muros y vallas de enormes imágenes de las obras de Klimt y Schiele. Sin embargo y a pesar de la contrastada valoración artística del acontecimiento, dos países, Alemania y el Reino Unido, se han negado a exponer ante sus ciudadanos las mujeres retratadas por el más joven de ellos, Egon Schiele, argumentando que se tratan de "pinturas pornográficas" y que "no consideran ético mostrar genitales públicamente y de forma tan descarada". Schiele fue un talento precoz, un tipo raro al que rodeaba un aura de misticismo y que destacaba por la destreza y firmeza de su trazo al dibujar. Ya sea en sus contorsionados autorretratos, en sus fragmentados paisajes o en sus desinhibidos desnudos, el joven austriaco deforma la realidad, rompe las normas de su época y muestra con extraordinaria fuerza la particular visión del mundo que le producía su atormentada existencia.

En un tiempo de estricta moral puritana Schiele no podía menos que resultar polémico por su especial predilección por representar los genitales femeninos. Pintó a mujeres insolentemente abiertas de piernas, en posturas perturbadoras que azoraban el ánimo de los espectadores de entonces y, a lo que parece, también de los de ahora. Sin embargo y al contrario que ocurre con su maestro Klimt, el fuerte componente erótico de los retratos de Schiele no es sensual ni voluptuoso; mientras en los lienzos de aquel contemplamos a las mujeres disfrutando felizmente de su sexualidad, en las pinturas del discípulo son figuras retorcidas, distorsionadas cuya carnalidad se nos antoja más cercana al misticismo que al placer. En el breve decenio que tuvo de actividad artística (murió a los 28 años en la epidemia de gripe española) dejó una poderosa obra tan bella y rupturista como controvertida. Finalmente, los carteles de Egon Schiele ya adornan los andenes del Metro de Londres o Berlín, eso sí, con unas estratégicas bandas que cubren las partes "conflictivas" de obras como "Mujer acostada con medias verdes", "Desnudo con toalla amarilla" o la provocativa "Vista en un sueño". En las censuradoras franjas puede leerse una nota de la Oficina de Turismo de Viena: "Lo siento, tiene cien años, pero sigue siendo demasiado atrevido para hoy".

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