HAY ministerios en el Gobierno de España que están perdiendo su razón de existir, emparedados entre la descentralización extrema que les priva de unas competencias en favor de las comunidades autónomas y las frecuentes reestructuraciones y cambios de organigrama que les privan de otras en favor de ministerios de nuevo cuño y mayor ambición.

El caso más evidente es el Ministerio de Sanidad y Consumo. El goloso poder sobre el sistema sanitario le ha sido arrebatado por las autonomías, la investigación sobre salud se la pasaron a la flamante ministra de Ciencia e Innovación y hasta el aborto salió de su departamento para darle algún contenida a la Igualdad de Bibiana. Hoy Bernat Soria es apenas un coordinador de campañas de prevención de la salud y un inspector mayor de consumo, dos atribuciones que apenas llenarán su alta autoestima. Algo parecido se puede decir del Ministerio de Educación, ya vaciado de contenidos por las diecisiete consejerías del ramo y al que, encima, le birlaron las Universidades en la última remodelación del Consejo de Ministros de la era Zapatero.

Así las cosas, no parece haber pensado el presidente en agrupar la gobernación del Estado en un bloque de grandes ministerios, pocos pero con sustancia, dejando todos los demás departamentos que mantienen la categoría, pero sin contenido, como hemos visto, en Secretarías de Estado y Direcciones Generales. Harían lo mismo que ahora, con la misma eficacia -o ineficacia- y con menor coste para las arcas públicas. Saldríamos ganando todos... excepto los ministros degradados de cartera y despacho.

Como digo, las cosas van en la dirección contraria. Zapatero recibió la semana pasada a los tenistas españoles que acaban de ganar la Copa Davis en territorio enemigo y, ante la petición del capitán de la selección -no sé si en broma o de veras- de que se crease un Ministerio de Deportes, fue dominado por la euforia del momento y las ganas de agradar... y lo anunció allí mismo: habrá un Ministerio de Deportes en la primera remodelación gubernamental que se produzca. Yo creía que estas cosas se estudiaban con sosiego, barajando pros y contras, escuchando a los próximos (a Solbes, se me ocurre) y llevando un proyecto al Congreso de los Diputados. Con Zapatero es distinto. Con Zapatero basta que un grupo de éxito se lo pida en su casa provisional para que el sumo hacedor lo conceda.

No creo que los éxitos extraordinarios del deporte español esta temporada vayan a prolongarse, ni siquiera a asegurarse, por que los deportistas pasen a depender de un ministerio que, por otra parte, tampoco solucionará los problemas que el deporte sigue teniendo.

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