Uno se va de vacaciones y, cuando vuelve, está la Constitución cambiada. Ni una ordenanza municipal es capaz de ventilarse tan a lo Usain Bolt, aunque salga antes de tiempo y quede eliminada. De entre lo mucho sucedido ayer lo más impactante, por revelador, fue lo de la consulta de José Bono a la Real Academia de la Lengua. El presidente del Congreso sospechó que había encontrado una incorrección ortográfica en el proyecto de reforma y elevó su duda a los supertacañones lingüistas, que le dieron la razón. Toda la vida sin mover una coma y, cuando lo hacemos, la liamos con las preposiciones. Los dichos nunca engañan y, claro, ya se sabe, si no es despacito, no hay buena letra. En realidad, para lo que se busca el nuevo artículo, tanto da. Como si hubiéramos puesto Constitución con k, Konstitución. Es broma. Mejor no. No vayamos a parecer demasiado radicales y le dé un soponcio a algún directivo del Deutsche Bank.