Cuando la lírica marida con la prosa, el resultado suele ser muy de agradecer; a veces, hasta monumental. Es lo que está pasando con el chiquillo de Aurelio el del Puerto y que el mundo conoce como Joaquín el del Betis. Y es que ese excelso maridaje se está produciendo gracias a que la lírica de la sensación sentimental que rodeó su retorno a casa se está viendo acompañada por la prosa de unos números extraordinarios.

A fuer de estirar su carrera profesional, Joaquín está alcanzando unos registros fantásticos. Cuando dos veranos atrás forzó abandonar Florencia, la inmensa mayoría de aficionados creyó que venía a rentabilizar su nombre mediante la ley del mínimo esfuerzo. Demasiados tacos de almanaque tirados a la papelera, demasiadas carreras, infinitas gotas de sudor parecían un hándicap considerable como para pensar que en su Betis iba a renovar éxitos y prestigio.

La hermosa realidad es que Joaquín no volvió a casa para pasearse, sino que desde que llegó demostró que venía a tirar del carro como el que más para que con el tiempo se viese que, a veces, muchas veces, era el que más tiraba del equipo. En su contra jugaba la imagen de bon vivant que siempre tuvo, su carácter bromista y dado al chiste. Curiosamente, esa imagen le está acompañando favorablemente ahora que los números se muestran a su favor de forma tan incontestable.

La guinda de ese pastel de sentimientos y de números llegó el lunes en La Rosaleda. El partidazo que cuajó en lo que podía ser un día complicado por las connotaciones de jugar en un campo que fue suyo lo ha elevado para tiempo, quizá para siempre, en el podio del mejor imaginario verde, blanco y verde. Ha unido su simpatía natural con una efectividad impensable a su edad. Como Del Sol y Gordillo volvió a retirarse a su casa, pero qué lejos se ve ahora esa retirada.