Una inmensa estafa

Nada es descartable en esta compleja viña del Señor en la que se juega con nuestras vidas

Todo esto del pasito "p'alante" y del pasito "p'atrás", de la amalgama secesionista catalana y de las huidas y deshuidas del presidente y de parte del Gobierno de la Generalidad, abundan en el ridículo de un proceso que parece haber sido diseñado por descerebrados para el protagonismo de un puñado de zombis que, sin embargo, han conseguido seducir a una buena parte de la población catalana y puesto en evidencia la falta de autoridad y dejaciones del Gobierno de España.

Que el vicepresidente primero del Senado, Pedro Sanz, diga que sería "un honor" escuchar las alegaciones del presidente de la Generalidad, y que sea ostensible la incapacidad de éste y de anteriores ministros de Educación para evitar la manipulación educativa y el adoctrinamiento sufrido por los escolares y estudiantes catalanes, son razones de mucho peso para poder calificar de irresponsable la actuación del Gobierno de España. Compleja sería la tarea de confeccionar una lista de dejaciones de autoridad que han contribuido a crear un clima político insólito en el que nada es lo que parece y en el que hay razones para creer que, además de todo y por si fuera poco, los españoles estamos siendo sometidos a una inmensa estafa.

El presidente republicano se refugia en una monarquía constitucional del mismo contexto político al que pertenece España para, en definitiva, anunciar su participación en una convocatoria de elecciones que siéndole de su competencia, se negó a realizar. En círculos en los que las informaciones se filtran desde confidencias de alta cuna, se asegura que entre bastidores las confabulaciones y complicidades abundan, e ítem más: que los cuantiosísimos caudales que se han fundido generosamente en pagar activistas profesionales y propaganda al servicio del secesionismo, suenan a rublos que es un primor. Una conocida periodista muy próxima a las altas esferas de la diplomacia alemana, me contaba hace unos días que un ministro ligado al espionaje teutón, al preguntarle cómo iban las cosas en Cataluña, le confesó su inquietud por la posibilidad de ver los barcos rusos atracados en el puerto de Barcelona. No es la primera vez, desde luego, a punto estuvimos en los años treinta, de acabar siendo la república socialista de Occidente más amada por el Kremlin. Todo es posible y nada es descartable en esta compleja viña del Señor, en la que se juega con nuestras vidas sin que se nos dé opción ni a percatarnos.

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