Editorial

Se inicia la cuenta atrás para el 9-M

CON la aprobación por el Consejo de Ministros, en reunión extraordinaria, del decreto de disolución de las Cortes y la comunicación oficial del presidente del Gobierno al Rey de la fecha de las elecciones generales, comienza la cuenta atrás de la precampaña electoral que concluirá el 9 de marzo. Ese día se votarán las nuevas Cortes Generales (Congreso de los Diputados y Senado) que darán paso a la tercera legislatura del siglo XXI. También serán elegidos los 109 diputados que componen el Parlamento andaluz, al haber hecho coincidir una vez más los comicios el presidente Zapatero y el presidente Chaves. Las ocho semanas de precampaña y campaña electoral deben permitir a los ciudadanos hacer balance de la gestión del gobierno saliente y contrastar las ofertas programáticas del mismo y de sus adversarios políticos. En cambio, no tendría que haber lugar para la crispación que ha sido característica de la legislatura que acaba. Los líderes y candidatos de los partidos contendientes están obligados, desde el respeto, a explicar en detalle qué harían en caso de ganar para resolver los problemas que más afectan a los españoles: la situación económica, el terrorismo, la vivienda, la inmigración, la seguridad, etcétera. En esta ocasión las fuerzas políticas con posibilidades de formar gobierno tras el 9-M han retomado la idea, abandonada durante demasiado tiempo, de enfrentarse en debates televisados en directo, una forma de publicidad política que atrae a los ciudadanos y suele descubrir las fuerzas y las debilidades de los que confrontan ante millones de espectadores. Serán dos los que pongan cara a cara a Zapatero y Rajoy, a los que habrá que añadir otros de los candidatos minoritarios. La experiencia, que ya no es corta, sugiere que estos debates y la oferta de ideas y programas animan a la ciudadanía a participar en el proceso político culminante del sistema democrático, mientras que la bronca, la descalificación y el insulto la alejan de la participación en las elecciones y, lo que es peor, de la mera atención hacia las cuestiones políticas, que son decisivas para el país. En manos de los agentes políticos está no defraudarles.

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