La hora de Susana

Susana es hoy día, con sus virtudes y sus carencias, la alternativa más sólida que el PSOE puede aportar

Las portadas de los diarios del lunes eran copadas por la presidenta de la Junta, quien por fin escenificaba su decisión ya tomada hace tiempo de pelear la Secretaría General del partido. Y lo hacía amparada por lo más granado de la familia socialista, uniendo en torno suyo y de su suerte corrientes distintas y hasta enfrentadas, léase González y Guerra, Rubalcaba y Chacón, Madina y Bono. Hasta Zapatero sonreía complaciente con sus zapatillas retro de baloncesto, como una rebuscada metáfora de su ideal buenista.

Susana es hoy día, con sus virtudes y sus carencias, la alternativa más sólida que el Partido Socialista está en condiciones de aportar al escenario político actual, aunque sea en su versión más nostálgica y decadente. Lo dice su conocimiento palmo por palmo de los sótanos de la casa, su liderazgo sin fisuras en el feudo territorial más decisivo, su encaje en esa visión paternalista y clientelar tan propia de la socialdemocracia clásica, cuya crisis de identidad y de resultados viene más por la invasión de sus postulados por la derecha comodona (que levanten la mano los liberales…) que por las soflamas radicales de la izquierda ultra.

Por eso mismo Susana es también, y se nota, la opción preferida en los salones enmoquetados del poder. La que mejor interpreta la buena sintonía de antaño del socialismo con la monarquía, la que siempre tiene reservada su castiza ración de españolidad, la que tranquiliza a los empresarios sin dejar de criticar la reforma laboral, la que sigue manteniendo ese vínculo con la Iglesia más cercana que le viene desde sus tiempos de catequista de barrio. Aquella estudiante que empapelaba las vetustas paredes de nuestra Facultad de Derecho en sus primeros escarceos políticos, la concejal de juventud de Monteseirín, la delfín de Griñán, es (quién lo iba a decir) la salida más fiable para todos, y los suspiros por su suerte se sienten más allá de la calle Ferraz.

Pedro Sánchez, a su lado, es un outsider pretencioso que osa poner patas abajo el sistema con la complicidad de nacionalistas y podemitas, lo que se dice un peligro, al que ni la gestora ni nadie ha conseguido parar. ¿Podrá hacerlo Susana? Apuesto a que sí, y a buen seguro la maquinaria estará bien engrasada para conseguirlo, pero que nadie cante victoria. Posiblemente ni ella misma hubiera pensado nunca que iba a necesitar tantos apoyos para conseguirlo.

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