La hora de Andalucía

Es el momento de darle al separatismo una grave llamada de atención, sin titubeos

En los próximos meses, los españoles estarán de nuevo obligados a vivir jornadas conflictivas. Incluso en el Parlamento de Andalucía ya han sido anunciadas en estos días, aunque aún en fase dialéctica de tanteo y ensayo. La reforma constitucional puede que vaya a ser la capa formal que recubra el forcejeo, pero, en el fondo, serán otra vez las cuestiones territoriales las que deparen mayores confrontaciones. Desde Andalucía, cuando menos, se ha aprendido que los nuevos horizontes políticos y sociales ya no reclaman "ser como el que más" en los repartos estatutarios. Las propuestas tienen que encaminarse, aunque sea difícil, a igualar privilegios, fueros y derechos entre todos los territorios. España, si pretende avanzar, debe proponerse abolir definitivamente que una región goce o reciba, como un resabio carlista, más beneficios económicos y fiscales que otra. Ni supuestos motivos históricos, ni hipotecas del pasado, ni oportunistas y circunstanciales arreglos políticos justifican esa indigna subasta de repartos que enardece el narcisismo de unos, humilla a otros, y crea una triste imagen de desbarajuste y deslealtades. Esa es la tarea a emprender y, aunque parezca utópica, dados los egoísmos e intereses en juego, es la perspectiva más razonable y necesaria para continuar modernizando y europeizando España.

Y en esta tarea, la Junta y los dirigentes socialistas andaluces, podrían desempeñar una función primordial si previamente clarifican las características de su aportación al debate. Excluyendo cualquier tipo de competencia en un anacrónico reparto clasificatorio y nominalista. El nacional populismo pondrá en ese tipo de cuestiones todo su énfasis, como una forma de esconder sus otras ambiciones. Pero desde Andalucía es el momento de superar esos planteamientos falaces. Se deben mantener las descentralizaciones autonómicas que funcionen bien, pero sin permitir ninguna concesión mayor a ningún territorio. Con la vista puesta, además en extinguir cualquier privilegio que beneficie a un ciudadano frente a otro. Es el momento de darle al separatismo una grave llamada de atención, sin titubeos. Y de Andalucía debe partir una reflexión generosa, solidaria, bien trabada y de largo aliento, puesta al servicio de todo el país. Sin embargo, esa propuesta sabia y meditada no puede confundirse con un simple pulso táctico con Ferraz, ni surgir de un cómodo cónclave tutelado desde el palacio de San Telmo. Habría también que movilizar y entusiasmar, con ese proyecto, a esa parte viva de la sociedad civil andaluza que lleva demasiado tiempo silenciada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios