En el gran día de hoy

¡Qué grande esta España nuestra!, nada podría entenderse sin su historia, la más grande de la Historia

Esperpentos aparte, España es un gran país. Como decía el gran poeta de Hernani, Gabriel Celaya, en un bucle gramatical que no por serlo, deja de tener su gracia y su vigencia, "nosotros somos quien somos". Vasco de cepa y sentimiento, cayó, como corresponde a su estirpe, en la xenofobia, si bien fue cosa de un momento tal vez generado por contagio. Anduvo mucho por mi barrio madrileño, Chamartín, y por lugares que yo frecuento. La plaza de la Prosperidad, "la Prospe" en argot entrañable, es su rincón más bohemio. Tiene encanto. Y por si fuera poco, alberga, en sus proximidades más próximas, una sucursal urbana de la que acaso sea la churrería más chipén del mundo conocido: San Ginés, que desde su cubículo, en el corazón del Madrid de todas las letras que en el mundo han sido, ha tenido la ocurrencia de instalarse en la calle López de Hoyos, pegada al viejo y remozado mercado de la "Prospe".

Enfrente de la plaza está el centenario bar de Emilio con su vermut al grifo y su pincho ácido de aceituna, pepinillo y cachillo de anchoa y pimiento rojo. En ese lugar vi muchas veces a Celaya con su Amparitxu y su buena pinta de hombre bueno, que acabó por aliviar en mí el mal, largo mal gusto, que me produjo un xenófobo poema que escribió en un agrio momento, del que se arrepentiría enseguida. Sus fieles lo ocultan y yo no quiero acordarme de su contenido. "Ni vivimos del pasado,/ ni damos cuerda al recuerdo./ Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos" escribiría en su "España en marcha". Celaya vivió muchos años en ese barrio y anduvo por sus calles; las mismas por las que también anduvo Gloria Fuertes, hasta que se le fue la vida. Las fiestas de Chamartín de este año, en el veranillo de San Miguel, el 29 de septiembre, han estado dedicadas a esa poeta que no dejó de ser niña. Este año se cumplen cien desde el de su nacimiento en el madrileñísimo barrio de Lavapiés.

¡Qué gran país éste de esta España nuestra!, nada podría entenderse sin su historia, la más grande historia de la Historia. No da este pequeño y cálido rincón de nuestro periódico, ni para apuntar en clave todo lo que se me ocurre en esta coyuntura de nuestro devenir de ahora, tanto y tan positivo, por encima de avatares y de títeres que tan bien hubieran servido a Valle Inclán en prosa y a Quevedo en poesía para pintar literariamente una morisqueta que aludiera y dejará ahí colgado a lo que nos está pasando.

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