Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Del españolazo al europeazo

El despectivo españolazo se europeíza: a Puigdemont ya no le gusta esta UE que no le baila el agua

Cuando el socorrido no es Churchill, lo es Groucho Marx: "Éstos son mis principios; si no le gustan, tengo otros". Bien mirado, Puigdemont, que de él va la cosa, fluctúa entre eso, entre el estadista y el cómico. Pocas cosas hay más adaptativas que una conciencia humana: que no te estorben ni encorseten más de la cuenta tus propias creencias y fidelidades. Ante nuevos estímulos del entorno, nuevos principios: novedades de temporada llevo, ñora. Si hay un contorsionista ideológico y un houdini táctico en la política contemporánea española, ése es Carles Puigdemont (uno recuerda al hilo al más metamorfósico, aquel Verstrynge que se vistió con casi todos los colores del arcoíris político).

De mi corta pero azarosa vida de grumete de barco de recreo, recuerdo cómo un patrón tuvo un despiste y estuvo a punto de redefinirle las cervicales a un tripulante, al girar bruscamente la vela de estribor a babor. Han sido grandiosos los últimos botavarazos de la vela que intenta manejar el timonel Puigdemont en la singladura en la que ha embarcado a su tierra (y a las de los demás). El que por su cargo es molt honorable -diga digo o diga Diego y otra vez digo- ha ido en pocos días desde la declaración unilateral de la independencia catalana al "es posible un acuerdo con España sin la independencia". Esta semana pasada ha renegado de otro principio inquebrantable, el europeísmo y la inequívoca voluntad catalana de ser miembro de la Europa comunitaria, de la que se sienten miembros distintos, y de los más señalados, tocados por su particular unidad de destino en lo universal. Como en la tournée por la sede política continental, donde sus parientes flamencos le dan alojamiento y altavoz, no ha encontrado el cariño de las instituciones, decide que esta Europa no le gusta, que no le cuadra, porque está dominada por un conjunto de Estados "caducos" y "decadentes".

Y es que Juncker y Tajani, responsables ejecutivos de la UE, han recordado lo evidente: que no puede un territorio regional de un Estado miembro declararse independiente. La respuesta de los eurócratas más señalados deja en fuera de juego, otra vez, al show de Puigdemont, que va oliendo a pescadilla veterana vestida de europeo de élite. Ah, entonces ustedes no me valen. O mejor, ustedes son europeos caducos, momios con oscuros intereses, comprados por el capital; son como los españolazos retrasados y opresores. Son unos europeazos. Enemigos de una nueva Europa de la que yo, Cataluña, soy mascarón de proa. O lo que haga falta.

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