Seis días de octubre

No son tan graves los propósitos de los delincuentes como que el Gobierno sea incapaz de desbaratarlos

Si se cumplieran las escrituras, el día 6, mañana, debiera de ser proclamada la República Catalana, a las ocho y diez de la tarde: "En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del Poder en Cataluña". Así se pronunció el presidente Lluís Companys en 1934, proclamando el Estado Catalán, ese día a esa hora, en el balcón de la Generalidad. Familiarizarse con lo que sucedió a lo largo de esos seis primeros días del mes de octubre de 1934, es muy recomendable. Como lo es la observación del estado de manifiesta debilidad del Gobierno de la República, que casi paralelamente habría de sufrir el intento de golpe de Estado del que el dirigente socialista Francisco Largo Caballero, fue inspirador y cabecilla. En Asturias se proclamó la República Socialista y los mineros saquearon cuarteles, iglesias y ayuntamientos.

No estamos peor que entonces, ni mucho menos. Pero debiéramos tener en cuenta que, como ocurre con el terrorismo, el nacionalismo da beneficios a un determinado sector de la sociedad que se sirve de esa clase de instrumentos. No parece que sea posible llegar a más de lo ya ocurrido en Cataluña, donde los altos representantes del Estado, parte de los funcionarios y de las fuerzas de orden público autonómicas han podido operar con manifiesta ilegalidad e impunidad. Con todos en activo y en nómina, y ahí siguen de momento.

Visto el contundente y clarísimo discurso del rey, invitando al Gobierno a desactivar el inmovilismo, mientras este artículo viaja hasta la redacción del periódico y a pesar de que los medios disponibles hacen que la comunicación sea prácticamente instantánea, pueden suceder cosas que conviertan el comentario en una banalidad. Así estamos, no ya por la deslealtad del presidente de la Generalidad y de sus consejeros y demás altos cargos, que se han burlado del Estado de Derecho y del mismísimo sistema; no ya, digo, por ese insólito comportamiento, sino más y sobre todo, porque el Gobierno de España ha permitido que haya podido ocurrir. No es tan grave que los delincuentes preparen lo que convenga a sus propósitos, como que el Gobierno sea incapaz de detenerlos inmediatamente, dando lugar a que los afectados, los españoles en su conjunto, se sientan desvalidos, impotentes ante esa oscura complicidad entre falsedad, maldad e ignorancia de la que se valen los cobardes y los criminales.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios