Qué cruz

En una TV se ha presentado a los lesionados por la destrucción del monumento como víctimas del franquismo

En un lugar de Vizcaya de cuyo nombre no quiero acordarme se ha procedido al derribo público y afrentoso de una de las últimas cruces de los Caídos que debían quedar en España. Bien hecho, sin duda, porque no olvidemos, como me escribe un amigo, que "en estas cruces los franquistas colgaban a ciudadanas y ciudadanos disidentes, sobre todo de minorías perseguidas. Una vez colgados, celebraban aquelarres ante ellas y se comían a varios niños pobres".

La cruz vizcaína se erigía en recuerdo de los caídos en la ruptura del Cinturón de Hierro de Bilbao y, según dicen, se había erigido en su momento cerca de unas fosas de soldados republicanos. Si en el ánimo de los que la levantaron estaba el deseo de ofender de ese modo a los enemigos muertos -como hoy se pensaría- o, muy al contrario, el de incorporarlos a una victoria que en algún momento se quiso perteneciera a todos, quede a la libre disquisición e inteligencia del lector. Lo que esas cruces repartidas aquí y allá por la geografía española pretendían era lo mismo que la gran cruz y basílica del Valle de los Caídos, desde mucho antes de que reposasen en ella los restos de Francisco Franco y hasta hoy: unir y recordar juntos en la muerte a quienes en vida habían llevado sus odios al extremo de matarse unos a otros. Un exorcismo inútil en este pueblo duro de cerviz al que desde hace mucho tiempo no parece haber dios capaz de unir que no sea el dinero y, sólo en ocasiones, el fútbol.

Esas cruces no podían sobrevivir a estos tiempos y el derribo de la del monte Gaztelumendi, arrastrada por un camión entre una ikurriña y una estelada, no habría trascendido, en su sordidez, de la gaceta local si no fuera porque, al caer, parte de la mole de piedra ha arrollado a algunos paisanos que habían ido allí a celebrar lo que fuera, ellos sabrían. Por ahí circula el vídeo, de aceptable calidad. Cuatro han terminado en el hospital, para más cachondeo el de Cruces, en Baracaldo, fundado en 1955 y al que, es de suponer, los heroicos demoledores del franquismo habrán ido con sus piquetas. Pero no hay imaginación que pueda mejorar el esperpento cotidiano que vivimos: en una TV nacional se ha presentado a los lesionados por la destrucción del monumento como víctimas del franquismo. Para el progre la culpa siempre es del otro. ¡Y que luego los andaluces acaparemos los papeles de idiotas en las series!

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