Del color del cristal

Todo ello en gris oscuro ante la luminosidad exultante de la truculenta historia del máster de la Cifuentes

El peso específico de los hechos no se corresponde con su peso relativo. No es por comparar, ni mucho menos por cobijar el tú más, pero el despliegue mediático producido por el máster (magister) de la Cifuentes (léase en tono folclórico), siendo cosa intrascendente, es un millón de veces más notorio que el generado por los ERE institucionales, producido en esta tierra de María Santísima. Dicen las lenguas de doble filo que apenas si hay prensa de izquierda, seguramente sin advertir los servicios prestados al PSOE por una gran cadena de radio. Y hasta puede que algo haya de verdad al respecto, pero no veas cómo se nota el color si uno se fija en el grueso de los jóvenes, y no tan jóvenes, profesionales de la comunicación.

El error de la Cifuentes (manténgase el tono folk) ha sido, antes de cualquier otro, dejarse invadir por la vanidad y rendirse al halago de los quitacaspas que abundan incluso en las esferas de la intelectualidad. No te afanes presidenta, que tienes muy poco tiempo -le dirían-, ya te lo arreglamos nosotros. Y la presidenta se dejó querer en vez de cesar a la oligarquía golfa que se le había aproximado. Justamente ella, que es la que puede cesar a los cargos de la jerarquía universitaria. La génesis de la Universidad Rey Juan Carlos ayuda a no sorprenderse de que pasen cosas así. Lo más malo es que las autoridades políticas permitan que el chalaneo encuentre plaza en instituciones que debieran inspirar confianza y respeto. Pero, no nos engañemos, son las personas las que dignifican o manchan con sus actitudes y comportamientos, los referentes de la sociedad en la que habitan.

Incluso la cobarde paliza a los guardias de Alsasua -ayer portada del diario ABC de Madrid- ha servido de telón a la escena del banquillo, la del personal de los ERE en la Audiencia Provincial de Sevilla. No obstante ser todo un espectáculo de exhibición del cuadro de actores del tercero de los golpes (1.200 millones) en el ranking de dinero defraudado en estos años de democracia. Olvidando a los Pujol, los otros dos que van por delante, también son andaluces. El caso EDU, de los cursos de formación, es el segundo (súmese al montante de los ERE) con una estimación de alrededor de dos mil millones de euros defraudados, precedido del caso Malaya (Marbella) con unos dos mil ochocientos. Todo ello en gris oscuro ante la luminosidad exultante de la truculenta historia del máster de la Cifuentes.

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