La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El chantaje de los pequeñosUna segunda opinión

Canarios, asturianos, vascos y navarros han arrancado a Rajoy ocho mil millones de euros por votar sus presupuestos de 2017Resulta llamativa la sorpresa planetaria que produce un político que cumple con lo que prometió

Es bueno para España, para su estabilidad y progreso, que el Gobierno disponga de unos Presupuestos Generales aprobados por el Congreso y el Senado. El presupuesto es el instrumento principal de la política de los gobernantes. Lo que no es tan bueno para España, su cohesión y unidad, es que para sacar adelante el presupuesto de 2017 el Gobierno haya tenido que pagar a precio de oro el voto de partidos no nacionales.

A casi doce mil millones de euros asciende la cantidad con la que Mariano Rajoy ha comprado su tranquilidad de este año, y probablemente del próximo. Cuatro mil millones corresponden a enmiendas promovidas por Ciudadanos -al fin y al cabo un partido de vocación española-, pero el resto ha retribuido enmiendas de grupos que defienden el interés de determinados territorios, no el interés general de los ciudadanos de toda la nación.

Precisemos que estos partidos canarios, vascos, asturianos y navarros que han permitido a Rajoy redondear la cifra mágica mínima de 176 diputados a favor de sus Presupuestos no pueden actuar de otra manera que como lo hacen en estas tesituras de Parlamento sin mayoría absoluta. Está en su naturaleza poner por encima de todo los intereses de los votantes de sus terruños. Pueden ser patriotas españoles, pero son más que nada patriotas de sus comunidades. Quizás la palabra sea más fuerte que el concepto que expresa, pero lo que hacen es chantajear al Gobierno en minoría. Su primer deber, y vocación, consiste en demostrarse útiles a sus electores canarios, vascos, asturianos y navarros.

Esta negociación forzada no la ha inventado Rajoy. Han tenido que someterse a ella todos los gobiernos minoritarios que en la democracia han sido. Recordemos las buenas tajadas que sacó el patriarca de la corrupción Jordi Pujol a Felipe González y José María Aznar en beneficio de Cataluña o el inaceptable cálculo del cupo vasco que ha propiciado sucesivos votos del PNV a varios presupuestos del Estado (y una Euskadi superfinanciada en detrimento de otras autonomías con más necesidades).

Se trata de una perversión añeja de nuestro sistema democrático. Que no se arreglaría imponiendo un sistema electoral favorecedor de las mayorías -fuente de problemas más graves-, sino cambiando la práctica política de los partidos estatales. El día que acuerden dejar gobernar al partido más votado si no hay mayorías alternativas pactadas, se acabó el chantaje de los otros.

EL planeta se ha rasgado las vestiduras a la de una cuando Trump ha decidido salirse del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Leo los titulares de la prensa más internacional y me entra la risa más floja. The Guardian afirma que con esto Donald Trump ha cimentado su puesto de peor presidente de la historia de Estados Unidos. Teniendo en cuenta que acaba de empezar, quizá haya que imputar tal cimentación a los sólidos prejuicios previos del periódico. El País no ha quedado atrás: "La era Trump, oscura y vertiginosa, se acelera". Y para que no nos quepan dudas del tono La guerra de las galaxias: "Estados Unidos ha dejado de ser un aliado del planeta".

Mi risa floja viene avalada por Lévinas, que glosaba un precepto bien sabio del Talmud: "Si todos están de acuerdo en señalar a un hombre como culpable, soltadlo: es inocente". La unanimidad suele terminar linchando al discrepante y empieza bloqueando cualquier asomo de crítica o escepticismo. Pero el que se opone, definía Ambrose Bierce, nos ayuda con sus obstrucciones y objeciones. Siempre hay que pedir una segunda opinión.

Trump viene a darla, rompiendo una unanimidad que acalla y coacciona a los científicos que, con argumentos nada desdeñables, dudan de que el calentamiento sea antropogenético. Lo hace renunciando a un acuerdo inconcreto y procrastinador que no gustaba a los ecologistas y que había firmado por Obama con dudoso rigor jurídico interno.

Por otra parte, no ha engañado a nadie más que a quienes piensan que programas y promesas electorales son papel mojado. Que, visto el nivel de escándalo planetario, son prácticamente todos, incluyendo a los más demócratas. Esto habría que estudiarlo: qué poca fe en el contrato electoral. Trump, en cambio, ha reconocido: "Fui elegido para representar a los ciudadanos de Pittsburgh, no de París".

Por supuesto, la reducción de emisiones de CO2, afecten o no al cambio climático, es muy deseable y las formas de Trump no son las más delicadas. Pero no se puede romper ninguna unanimidad global (y Trump lleva varias) con maneras exquisitas. Romper es romper. A veces, son nuestros defectos los que cimientan nuestras virtudes. Trump, al precio pequeño de salirse de un acuerdo no vinculante y más simbólico que real, ha abierto el campo a la discusión científica y política, nos ha ganado la libertad que reina en las controversias y ha cumplido, de paso, con sus votantes.

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