Larga trinquete en nombre de la Santísima Trinidad. Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas y un solo Dios verdadero, que sea con nosotros y nos guarde, que acompañe y nos dé buen viaje a salvamento y nos lleve y vuelva a nuestras casas". Cuando el comandante del buque-escuela de la Armada Española, Juan Sebastián de Elcano, pronunció las palabras de la Oración del Piloto, en el muelle de Cádiz el pasado domingo, justo antes de soltar amarras, se hizo el silencio entre el bullicio de la multitud que había ido a despedir al barco. Allí estaban otra vez las palabras sagradas que iniciaban la carrera de los galeones de Indias. El navío salió esbelto y orgulloso abriéndose paso por la bocana del puerto y al rodear la punta de San Felipe, el dorado mascarón de proa, la diosa Minerva, empezó a cabecear suavemente bajo el bauprés como queriendo besar las aguas de la bahía. Poco después, frente a la Alameda, Elcano desplegó las velas, regalándonos una hermosa estampa, de otros tiempos.

Entre los veleros que hoy navegan por el mundo, Elcano no es ni el más grande, ni el más veloz pero a fe mía que es el más elegante y el más marinero. Los 76 guardiamarinas que van a bordo, van a curtirse en el Atlántico, como lo hicieron sus antepasados cuando la Mar Océana era tan nuestra, como el Mediterráneo para los romanos. Son marinos de vocación. Cuando hoy tantos se esfuerzan en que olvidemos nuestro pasado histórico, por pura y rastrera conveniencia política, ellos y ellas si saben lo que son y el puesto que van a ocupar: el de Colón, Magallanes, Elcano, Álvaro de Bazán, Blas de Lezo, Jorge Juan, Tofiño, Malaspina, Churruca y tantos otros. Lo saben y se sienten orgullosos de ello. A fin de cuentas, han jurado defender a sus compatriotas, cuando la ocasión lo requiera, en el estrecho margen que va de la victoria en Lepanto, a la muerte en Trafalgar.

En el verano de 1970, tuve la suerte, durante mi servicio militar en la Armada, de viajar a bordo de Elcano, desde la Escuela Naval Militar en Marín, al Arsenal de La Carraca en San Fernando. Si yo, un visitante ocasional, quedé enamorado para siempre del bergantín-goleta, imagínense lo que representa para todos los que han realizado en él, un crucero de instrucción. Con Elcano viajan también el amor a España, el espíritu de servicio, la camaradería, la disciplina y todos los mejores valores de nuestro país. Que Dios los proteja, por los caminos del mar.

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