La ciudad y los días

Carlos Colón

La balsa de 'La Medusa'

ANTE el blindaje de las costas occidentales de Andalucía las mafias han desplazado los embarques de la zona de Tánger y Ceuta a la de Alhucemas y Nador, y los desembarcos, de las costas de Cádiz a las de Granada y Almería; ello ha quintuplicado hasta 174 kilómetros la distancia que han de atravesar las frágiles embarcaciones, en muchos casos sin patrón, con viejos motores y poca gasolina no pocas veces mezclada con agua.

La conmoción producida por la tragedia de la patera a la que la avería de su único motor dejó a la deriva durante cinco días a lo largo de los cuales se agotaron los alimentos, con el conocido resultado de la muerte por hambre y sed de nueve bebés y seis adultos que tuvieron que ser arrojados al mar por sus propios familiares, será olvidada mañana; hemos ido erradicando el sentido de culpa, con él el de responsabilidad y con ellos la memoria: un gran impacto emocional y mediático instantáneo, y un olvido aún mayor que se lo traga también instantáneamente.

Trabajar y consumir -como manda el mercado y recomendó Zapatero en el congreso federal del PSOE- exige esta ausencia de culpa, esta irresponsabilidad personal que todo lo delega en lo institucional, este olvido que extingue el duelo; trabajar (como animales) para consumir (como bestias) es el ciclo que mantiene el sistema económico en el que vivimos; la sobriedad solidaria pondría en graves aprietos este modelo que nos permite a todos basar nuestras vidas en el consumo compulsivo de lo superfluo mientras millones de seres humanos carecen de lo esencial; por eso, aunque es inevitable sentirse herido por el espectáculo de los bebés arrojados al mar, también es necesario culpar a otros (el colonialismo, el capitalismo global…) y sobre todo olvidarlo pronto.

La balsa de La Medusa, siempre. En 1816 quedó varado a más de 50 millas de la costa occidental africana el navío francés La Medusa. Los oficiales, autoridades civiles y pasajeros ricos ocuparon los botes, y el resto de la tripulación y del pasaje se hacinó en una enorme balsa que debía ser remolcada por los botes. Dificultándolo el tamaño y el peso de la balsa, el capitán mandó cortar los cabos y la dejó a la deriva. Dos semanas después fue localizada: de sus 149 ocupantes sólo habían sobrevivido 14, obligados a convertirse en caníbales. El caso se convirtió en un símbolo de la crueldad de las clases dominantes que el romántico Géricault convirtió, a través del arte, en universal e intemporal. Esos cabos se siguen cortando todos los días, dejando a millones de seres humanos -no sólo a los náufragos de esta patera- a la deriva.

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