Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

No son aptos

Uno de los problemas de los independentistas es que no tenían plan B, pero tampoco tienen plan A

Hay muchas razones para negar la independencia de Cataluña, pero ahora conocemos unas más: el Gobierno de Puigdemont no está habilitado para gestionar la Generalitat. Lleva un año sin gestionar, sólo ocupado de la insurrección. Los Mossos, su dirección, andarían pensando en ello cuando se les escapó este verano la pista de una explosión en un chalé donde unos terroristas preparaban grandes atentados en Cataluña. No son aptos. Todo en ellos es ridículo, muy ridículo; si lo de ayer hubiese pasado en Andalucía, hoy nos compararían con las tribus bereberes que no han bajado ni a Tetuán. Niego hasta la supuesta fuerza en la calle.

Fuera de las carrers de Provenza, Calabria y de la plaza de Sant Jaume, donde están las sedes del PDeCAT, de ERC y de la Generalitat, en Barcelona no ocurre nada que no esté pasando en otra ciudad española. La gente sale del trabajo, almuerza en las cafeterías, los niños vuelven del colegio y los turistas alucinan con Gaudí. Puigdemont. Son minutos trascendentales, pero las imágenes de tensión que hemos visto por los distintos canales de televisión sólo reflejan lo que está ocurriendo en tres lugares muy concretos de Barcelona. En la calle Provenza, donde está la sede del PDeCAT, había un centenar de estudiantes, sentados, comiendo, a la espera de si el presidente Carles Puigdemont declaraba la independencia o se echaba para atrás. Sólo cuando los periodistas de televisión comenzaban un directo, los Estudiantes por la República se atrevían a gritar traidor a Puigdemont. ERC llegó a anunciar que se iría del Gobierno si Puigdemont convoca elecciones autonómicas, el diputado Rufián lo ha llegado a tildar de Judas: "155 monedas de plata". Y en la plaza de Sant Jaume, donde se vivió el final del proceso como un partido de la Champion, había vítores seguidos de abucheos y palmas que seguían a gritos de traidor. No llenaban la plaza. Después de recorrer los tres sitios y de llegar al Parlament, la certificación del ridículo es suprema: en la Cámara no sabían qué iba a ocurrir.

Uno de los problemas del independentismo es que no tiene un plan B, pero estos días he descubierto algo peor: no hay plan A. No saben si declarar o proclamar, si votar o dar por asumido el referéndum. Entiendo que Rajoy es capaz de alterar los nervios de las pacientes cabras, pero Puigdemont y los suyos han demostrado que no se merecen representar a los catalanes. Es para independizarlos.

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