El mástil

José / Villalba / Josevillalba@circulonet.com

El ancho del embudo

EL pintoresco césar imperial de los llanitos ha vuelto a deslizar una de sus elegantes garras hacia el cesto de las manzanas ajenas. Esta vez, la fruta pretendida son las aguas que circundan el Peñón. Quizá por ahora sólo se trata de un amago estratégico encaminado a lograr nuevos beneficios a cambio de hacernos el favor de cerrar el pico otro rato. Pero la diplomacia española se ha mostrado siempre tan descerebrada en todo cuanto concierne a las inagotables argucias de los gibraltareños que bien podría morder otra vez el anzuelo. Por consiguiente, ante esta renovada muestra de descaro llanito reclamamos una respuesta adecuada. Hemos de mantener permanentemente tendida nuestra mano ante cualquier gesto de amistad limpia y sincera que proceda de los gibraltareños, pero si alguna distinguida ave de rapiña ejecuta movimientos anómalos en torno a la sortija que esa mano exhibe, hay que retirarla de inmediato. Como se desprendía del editorial publicado ayer por EUROPA SUR, una de las claves de esta nueva escaramuza reside en la permisividad que manifiestan las autoridades españolas aunque la Roca haga de su capa un sayo cuando un incidente perturba la zona de fricción. Si para desactivar las ambiciones gibraltareñas hay que congelar el Foro de Diálogo, que se haga. Y si la Guardia Civil molesta en esas aguas tan apegadas al quehacer ilícito, se redobla su presencia. Ya basta de contentar con dádivas y concesiones a esa insaciable anciana protestona que toma a menudo la voz de Gibraltar, porque detrás de tal apariencia relucen impecables vidorras ávidas de perpetuar el viejo y despreciable principio del ancho del embudo.

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