Aunque, excepto para los crucigramas, el término esté en desuso, el lenguaje de germanía hace referencia a una jerga de presos, rufianes, ladrones y en general propia de todos aquellos gremios de dudosa legalidad interesados en que los ajenos a su círculo no se enterasen de lo que hablaban. En España floreció en el siglo XVI y es a través de escritores como Cervantes, Quevedo y los autores de novela picaresca que conocemos de este argot que empleaban granujas y malandrines y muchos de cuyos términos y expresiones, con el paso del tiempo, han calado en el lenguaje corriente. Así si declaro "tener canguelo", mis interlocutores deducen sin dificultad que estoy muerto de miedo; "birlar" es un sinónimo habitual de robar; "amilanarse" es demostrar cobardía y, por ejemplo, tildar a alguien de "estar cachondo" supone percatarse de que el interfecto/a está experimentando un alto grado de excitación y deseo sexual. Empleando mecanismos lingüísticos similares a los de la germanía (alteración fonética, metáforas, sinónimos…) un entrañable humorista recientemente fallecido, Chiquito de la Calzada, ha sido capaz de crear toda una jerga críptica que gracias a la televisión ha arraigado con increíble fuerza en el lenguaje coloquial de los españoles. Sin formación académica alguna, este contador de chistes estaba dotado de una habilidad prodigiosa para moldear el idioma. Mientras que tras muchos años de trabajo grandes humoristas como Joe Rígoli o Tony Leblanc apenas lograron que alguna de las frases de sus personajes ("Yo sigo" en el caso de Felipito Tacatún o "Estoy hecho un mulo", soniquete habitual de Kid Tarao, aquel boxeador mochales que vivía entre el gimnasio y la Casa de Campo) pasasen al habla cotidiana, Chiquito ha introducido toda una cascada de términos y expresiones que la gente ha adoptado como propias. ¿Quién no se ha despedido alguna vez con su: "¡Hasta luego Lucas!" o no ha utilizado para manifestar asombro su ya clásico "¿Comor?". Y como no reconocer la vigencia de sus asombrosas muletillas: "¿Te da cuén?", "Pecador de la pradera", "¡No puedor!", "Cobarde", "Cuidadín", "Can de mor" y, cómo no, su famoso "Fistro" ("diodenal" o "vaginal"). Si en 'La Celestina' y 'El Lazarillo de Tormes' en las negociaciones entre alcahueta y cliente se utilizaba la metáfora de "tener conversación" para referirse al trato carnal o amancebamiento, Chiquito, para aludir al coito, maneja otra mucho más imaginativa y hasta surrealista: "la caidita de Roma". Aunque ni la Junta de Andalucía ni su pintoresca presidenta, tan pródigas (ambas) a la hora de repartir medallas y distinciones, se hayan acordado nunca de él, don Gregorio ha hecho más por el idioma español que muchos ilustres académicos y escritores. Descanse en paz… ¡Torpedo!

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