desde el fénix

José Ramón Del Río

El 'Vapor' y el catamarán

DESDE que dejó de prestar servicio el vapor que llevaba desde Cádiz a Matagorda, en Puerto Real, a los empleados de la factoría, que aquí llamábamos el "Dique" (y que eran también Astilleros, como los de Echavarrieta y Larrinaga, en Cádiz, pero que no compartían el nombre de Astilleros, para no confundir), el único barco que cubría en la bahía una línea regular marítima era el Vapor de El Puerto. Ahí estaba, a la vista de todos, navegando de Cádiz a El Puerto, en unos 45 minutos, sin más publicidad, que la que le dio el teatrillo de títeres de la Tía Norica, donde aparecía en una de sus escenas. El cartel de completo no lo ponía más que las tardes de toros en El Puerto de Santa María o cuando, con ocasión del trofeo Carranza, se paseaba a los invitados, obsequiándolos con langostinos de Sanlucar y bocas de La Isla, regados por finos de El Puerto o de Jerez. Y nos estaba diciendo, sin palabras, que la mejor ruta para comunicarnos a los que vivíamos en la Bahía de Cádiz era a través del mar. Y, además, entonces, para trasladarnos, por tierra, había que dar la vuelta completa a la Bahía, hasta que por el empecinamiento de un gaditano que vivía en Rota, el alcalde José León de Carranza, se construyó y terminó el puente que lleva su nombre y que ahorraba camino.

Pero al Vapor de El Puerto, mostrándonos a diario que la ruta marítima tenía que ser el medio más rápido y económico para comunicar las poblaciones de la Bahía, no le hacíamos caso. Tuvieron que pasar muchos años hasta que llegara esa bendición del cielo que nos supone, para los que vivimos en El Puerto y trabajamos en el centro de Cádiz, el catamarán. Aunque aún siguen esperando los de San Fernando y Puerto Real.

A sus 82 años, el Vapor que navegó con sus tres Adrianos, ha sufrido un percance. Ha sido grave, pero no va a morirse. Pronto lo sacarán a flote y esperemos que vuelva el tercero, o el cuarto, a navegar por la Bahía. Conviene aclarar dos malos entendidos. El primero, que quiere que se le llame el Vapor, a lo más, el Vapor de El Puerto. A sus años, no le gusta que le llamen Vaporcito, aunque así le cantara Paco Alba, y el segundo, que el catamarán y él no son enemigos, sino, bien al contrario, amigos. Que ambos estarían de acuerdo en repartirse los papeles: uno, para las excursiones turísticas y las de los colegios; y el otro, para los que usan este medio de transporte para ir a trabajar o para otras diligencias. La única diferencia entre ambos es de tiempo y de frecuencias, porque los pasajeros del Vapor o del catamarán disfrutan por igual, de la belleza de nuestra bahía, esté la mar en calma, arrecie el poniente, o sople la levantera.

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